Angélica Palma es la escritora emblemática del cambio de régimen, del paso del siglo XIX literario hacia los temas de actualidad del agitado siglo XX. Es además la primera filóloga dedicada al estudio de la obra de Ricardo Palma, su padre, y a su divulgación en representación del Perú más allá de nuestras fronteras. Para probarlo, basta recordar el triste acontecimiento de su fallecimiento, que la encontró en tierras argentinas donde realizaba una gira de conferencias sobre la obra del tradicionista de quien Angélica era hija mayor y asistente.
Nació en Lima en 1878 y falleció en Rosario, Argentina, en 1935, a los 56 años de edad. Empezó a escribir siendo adolescente, mientras aún cursaba el Liceo para señoritas que dirigía la célebre educadora Teresa González de Fanning (¡tenía 15 años!). En 1892 viajó con su padre a España y conoció los ambientes culturales alrededor del Congreso de Americanistas al que asistía don Ricardo. No está de más recordar que Angélica vio a su padre defender en España las formas americanas del habla castellana, que hasta entonces se consideraban “incorrectas” frente al español de la antigua metrópoli.
Publicó sus primeros trabajos bajo pseudónimo en la revista Prisma que dirigía su hermano Clemente Palma. En 1918 aparecen sus primeras novelas en España y en el Perú, algunas firmadas con pseudónimo. Se trataba de narraciones románticas y costumbristas, al estilo modernista. La década de 1920 verá la publicación de novelas más maduras que le valdrán reconocimientos: el premio del Concurso Literario Internacional de Buenos Aires, por su novela histórica Coloniaje romántico, y el premio en Lima del concurso conmemorativo del centenario de la Batalla de Ayacucho, con otra novela histórica: Tiempos de la Patria vieja.
En 1923 reside junto con dos de sus hermanas en Madrid, donde supervisa la compilación y edición de las Tradiciones peruanas completas para la editorial Calpe, iniciando un proceso de estudio sobre la obra de su padre que producirá la novela biográfica Ricardo Palma. El tradicionista, en 1927. En España convive y labora con el ambiente literario de la época, llegando a ofrecer conferencias para el famoso Ateneo de Madrid.
Quizá su novela más difundida es Por senda propia, aparecida en 1921 con un prólogo de José de la Riva Agüero en el que destacaba cómo la narración describía “Las patriarcales costumbres que la colonia legó, a los dos primeros decenios de la Independencia”. Y es que en muchas de sus novelas, las mujeres muestran conciencia sobre su posición subordinada ante los varones y se desarrollan como personajes que presienten la actitud reivindicativa de un pensamiento feminista que comenzaba a surgir. Aunque no es posible decir que se trata de una precursora del feminismo como lo fueron Flora Tristán o Dora Mayer, no se debe desdeñar la importancia de dibujar a una mujer que, a través de la ficción literaria e histórica, denuncia su posición subordinada en textos que son efectivamente leídos por una amplísima audiencia dentro y fuera del Perú, escritos por una autora reconocida institucionalmente como representativa de lo nacional cien años atrás.