María

Wiesse

Poeta y escritora, activista y feminista

María Wiesse retrato

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Textos escogidos

Narrativa de ficción:

De “Veneno”, relato en Amauta 26:

4.

Cierta disposición cordial y afectuosa de su carácter inclinaba a Demetrio Paredes a interesarse y compadecerse de la miseria ajena. Además la profesión no le había endurecido aún el corazón; no tenía sino tres años de médico.

El joven estaba verdaderamente preocupado con la salud de los peones. Más del 70% de los trabajadores —y también muchos niños— eran palúdicos. Daba pena ver a esos hombres —antaño robustos— actualmente aniquilados, destruidos; partía el alma ver a esas criaturitas amarillas, descarnadas, maltrechas.

Paredes expuso a don Edilberto Rojas —el propietario de “Castañeda”— sus puntos de vista. Los peones vivían en condiciones totalmente insalubres; se imponía botar la ranchería y construirla, de nuevo, lejos de la acequia, de acuerdo con un plan de higiene.

Don Edilberto Rojas saltó, indignado:

—¡Pretende Ud. mi ruina, doctor! ¿No sabe Ud. que el algodón y el azúcar casi nada representan en el mercado? ¡Si apenas podemos cubrir los gastos de la hacienda! ¿Qué más quieren estos cholos? Pago los mejores jornales del departamento, la prueba es que tengo que rechazar gente, doy asistencia médica y remedios gratis y ración casi de balde. ¡Botar la ranchería! ¿Está Ud. loco, doctor?

¿Qué hacer ante estos argumentos y razones? Las ganancias de la hacienda eran pingües, pero había que sostener a los hijos que hacían vida de rastacueros en París. Que los cholos reventaran, eso no tenía importancia. Al médico no le quedaba más recurso que darles quinina y más quinina.

[…]

5.

Volvía Manuel Quíspez a su tierra. Había esperado lo último —toser y escupir sangre— obstinado en quedarse en “Castañeda”, alucinado por el jornal. Jornal que iba dejando en el tambo entre el alcohol y el juego; casi no llevaba monedas en el bolsillo. Pero ya nada le importaba; ahora solo anhelaba llegar a su tierra, aunque fuera para morir.

¿Qué habían hecho la hacienda traidora, la costa mórbida, el trópico blando del mocetón vigoroso de limpia tez bronceada y mirada clara? Un guiñapo sin voluntad, de mirar incierto, del que poco a poco se iba la vida, en cada vómito de sangre…

Después de dos días de camino —penoso viaje para el enfermo, a quien acompañaba un paisano— aparecieron los eucaliptos que rodeaban la aldea, el perfil altivo del cerro, las pequeñas chacras amorosamente cultivadas. Ante el cielo natal, tan azul, tan luminoso, Quíspez sonrió, el corazón reconfortado por la esperanza. “Mi tierra”, dijo extendiendo las manos. Pero, súbitamente, en una espesa bocanada de sangre se fueron su juventud y su vida —ese débil aliento de vida que le quedaba—.

Allá, en los valles y en las haciendas, los hombres de las alturas seguían pagando a la costa el tributo de su salud y de sus existencias.

Ensayo (cine):

De la reseña de “Leon Moussinac, LE CINEMA SOVIETIQUE, NRF, 1928”, en Amauta 23 (fragmento)

[…]

¿Qué es el cinema en Yanquilandia? Una industria montada a base de enormes capitales, la imagen puesta al servicio del comercio, una empresa financiera como cualquier otra. “Estrellas”, empresarios, publicidad, escándalos, millones de dólares y de vez en cuando —hay tanta fuerza en el cinema— una visión de belleza en los cientos y cientos de metros de celuloid.

¿Qué es el cinema en Rusia? Una purísima expresión de arte, un medio de educar al pueblo —y no de envilecerlo como ocurre con las películas folletinescas de Hollywood—, la imagen en toda su emoción y su humanidad. En Rusia no hay “Stars” ni publicidad escandalosa, ni explotación comercial. Los actores trabajan alegremente, amorosoamente, y como los artistas de la Edad Media, que levantaron las catedrales anónimamente. Los directores y “metteurs en scéne” laboran libremente ¿acaso tienen que satisfacer a empresarios, que adular al público, que someterse a todas las exigencias que trae consigo una industria?

Por eso en Rusia se han realizado ya films como “La Mére”, “El acorazado Potemkine”, “Octubre”, “La Anaieme Anncé; por eso en Rusia hay directores como Einsenstein, el lírico, Pouvodkino, el científico y el meditativo, Dovtchenko, Dziza-Vertoff, etc.…

[…]

Ensayo (música):

De “Momentos cerca de Schubert”, Amauta 19:

El 19 de Noviembre de 1828 moría en Vien a un joven compositor de música llamado Franz Peter Schubert. Tenía apenas treinta años.

¿Por qué no detenernos un instante nosotros los del siglo de Igor Strawinsky, y de Claude Debussy, sobre su recuerdo que es dulce y armonioso como la música misma?

[…]

Una estampa de la época nos lo muestra sentado ante el piano, interpretando una composición suya —algún lied rebosante de sentimiento, algún fogoso impromptu— rodeado de sus amigos, que lo escuchan devotamente. (Físicamente era así: una cabeza gruesa, pelo ensortijado, cara redonda y la mirada velada por grandes gafas).

Época del romanticismo: el amor se traducía en un lenguaje tumultuoso, se viajaba en berlina y se bailaba vals —el elegante y ceremonioso vals—. Las mujeres se aprisionaban el talle con el corsé y los hombres se envolvían el cuello con las amplias corbatas de seda negra. ¡Cuán lejos está todo eso del siglo del cinema, de la T. S. H. y del deporte! Y sin embargo no han transcurrido sino cien años.

[…]

La voz de Schubert nos llega —mensaje de amor y de belleza— en su “Sinfonía Inconclusa”. Allí palpita su genio, allí viven su alma, su corazón y todo su dolor. Hoy que nos asombra Stravinsky, ese prodigioso arquitecto de los sonidos, ese poeta a la vez lúcido y fantástico; hoy que gustamos de soñar al conjuro de una página de Debussy y de Fauré; hoy que abandonamos el espíritu a la pureza y al misticismo de la “Sonata” para piano y violín de Frank nos deleitamos también con la “Inconclusa”, así como nos deleitamos con la “Apassionata”, con la “Sinfonía Pastoral” y con “Tristan”. ¡Cómo amamos esa elegía patética y tierna, toda vibrante de sensibilidad, de vida interior y de pasión.

Hace diez y siete años que escuché por primera vez la “Inconclusa”. Y apunté en un cuaderno, que todavía guardo: Quisiera oír esta música en una hora de pesar y de trsiteza porque estoy segura que me consolaría…

En la caja melodiosa, el cofre sonoro donde busco, a veces, el acento de los grandes maestros, puedo escuchar, ahora, aquella música que mi adolescencia soñaba como consuelo a sus tristezas. Y el adiós de Schubert, esa expresión suprema de su genio y de su corazón, son siempre, para mí, la embriaguez que me hace olvidar la vida, esta nuestra pobre y dolorosa vida.

Noviembre, 1928

Ensayo (actualidad):

De “Señales de nuestro tiempo”, Amauta 4

LA IMAGEN Y LA PALABRA

El ritmo precipitado y, quizás un poco inarmónico, de la vida moderna concuerda perfectamente con el ritmo intenso y nervioso del cinema. Esta época es la época de la imagen, que triunfa sobre la palabra. Más que un diálogo nos emociona y nos seduce una actitud, una expresión, un gesto o una mirada. Se anhelan emociones fuertes y, al mismo tiempo, fugaces. No es síntoma de frivolidad, ni de decadencia esta afición de los públicos de hoy por los films policiales y las películas de aventuras. La decadencia actual está, más bien, en el amor desmedido al dinero y en los sacrificios que se hacen por conseguirlo. Tan poca cultura y selección espiritual había en los públicos de antaño, que escuchaban con deleite los interminables diálogos y los retumbantes parlamentos de las comedias de cualquier señor Echegaray o Sardou, como en las gentes de nuestros días, que miran encantadas las cintas de cualquier marca Paramount o Vitagraph. ¿Que, hoy, se gusta demasiado del cinema? ¿Que se olvidan las auténticas, las grandes obras del teatro y que Shakespeare, Moliere, Calderón de la Barca van perdiendo sus derechos y su prestigio? No hay que alarmarse por este gusto exagerado por la imagen. Es una señal de la sicología de nuestro tiempo y revela la relación que existe entre estos dos dinamismos; el del espíritu moderno y el de las moving pictures, como también se llama en inglés al arte del cine. Porque el cinema es un arte y allí está lo que debe alarmarnos; que de una expresión tan rica y brillante de belleza y de vida hagan fabricantes sin talento y sin cultura una industria vulgar, necia, pueril y cuajada de todos los defectos de las malas producciones dramáticas. Esa industria es la que debe condenase y combatirse, como deben condenarse y combatirse los dramones cursis y las comedias a lo Ohnet y a lo Linares Rivas. […]

FILOSOFIA DE LA FRIVOLIDAD

La frivolidad no es tan frívola como parece. A veces encierra un sentido filosófico bastante hondo y esas pequeñas y bonitas cosas sin importancia, como son un peinado, un traje o cualquier detalle de la toilette de una mujer, pueden decirnos mucho acerca de las modalidades espirituales de un siglo. Así como lo saya y el manto del coloniaje indicaban el misterio, la picardía y la liviandad, que formaban entonces la trama de las costumbres y de la existencia femeninas, la peluca a la garçonne, la falda corta, la silueta a la garçonne, son indicios de cómo han entrado el sport y el trabajo en la vida de la mujer moderna. (Y también el anhelo vivísimo de libertad, de emancipación, de i- gualdad en derechos con el hombre; anhelo que tiene de justo y de injusto y que se refleja en las modas actuales un poco masculinadas, un poco sin la gracia suave y lánguida de hace algunos años.)

En vano han vociferado los moralistas contra la mutilación del cabello femenino y contra la falda, que descubre toda la pierna, restándole casi todo su encanto, por cierto.

En vano los poetas han llorado sobre “las trenzas de oro o de ébano”, que caían al suelo bajo la tijera cruel; en vano han prodigado los caricaturistas sus sátiras en diarios y revistas; las mujeres no han querido oír a los moralistas, ni han tenido piedad de las lágrimas de los poetas, ni han temido al ridículo con que las atacaban los caricaturistas. En este siglo de campeonas de tennis y de natación, de chauffeuses, electoras, oficinistas, periodistas y abogadas, resultaban anacrónicos e incómodos el cabello y el traje largos. Las mujeres han sacrificado su cabellera por obedecer a una moda más o menos graciosa y sentadora, pero también lo han hecho impulsadas por corrientes de este tiempo; deporte, trabajo y feminismo.

[…]

EL RADIO Y LA LITERATURA

El periódico y la revista crearon “su” literatura —matando, por cierto, muchos talentos, que no supieron escapar, a tiempo, a la voracidad de ese gran monstruo, que es el periodismo— el radio, también, está formando la suya y muy pronto habrá una legión de escritores especialistas para audiciones de T. S. H. (En Francia, por ejemplo, ya hay novelistas, que se dedican a escribir folletines para los abonados de las estaciones radio-telegráficas, ni más, ni menos que si se tratara de un diario o de una revista ilustrada.)

¿Qué virtudes y cualidades pedirá el radio a “sus” escritores? ¿Cuál será la buena y cuál será la mala literatura de la T. S. H.? Hay que figurarse a un abonado con el fono en el oído o ante su radiola. Ese hombre tiene derecho a escuchar algo breve, ameno y claro. Las lecturas largas —aún sembradas de bellezas literarias y de exquisiteces de estilo— aburren profundamente, al ser transmitidas por la onda. “Salambo” —por ejemplo— perdería toda su hermosura leída en una estación OAX o LOZ. La novela, cuento o charla —número de programa de radio— tiene que llegar al oyente —ya no se trata del lector— rápida, escueta, despojada de oscuridades y sutilezas, encerrando el máximun de palabras. Y que imaginación tan viva y poderosa han de poseer estos prosadores de radio-telefonía, para urdir la fábula que fuera del marco del libro familiar y querido y del periódico, que ya es un viejo compañero de la existencia actual, haga interesantes y seductoras las horas de la velada hogareña.

Ensayo (educación):

De “El niño y el sentido de lo maravilloso”, Amauta 5:

Observar al niño, estudiar su personalidad, seguir atentamente el desarrollo de todas sus facultades es de lo más atrayente, interesante y seductor. Esta observación, este exámen, este estudio —de más está decirlo— son obra de amor y cálida vibración de vida. Y, sin embargo, casi todos lo métodos trazados para estudiar al niño carecen de fuego vital, son rígidos análisis hechos sin la “Inteligencia del corazón” y elaborados cera de los libros; estos sicólogos de la infancia jamás se han inclinado sobre un pequeño y a su ciencia se han escapado los matices más encantadores del espíritu infantil. Han mirado al niño sin devoción y sin ternura y el resultado de esta contemplación inafectuosa ha sido algún in folio sin belleza y sin poesía y, además, inexacto. 

[…]

Acercarse a un niño es aspirar toda la fragancia de un poema, es gustar toda la gracia de una canción. Cualquier chiquillo es un imaginativo y siente intensamente lo maravilloso. Parece que ante los pequeños brillara una claridad que nuestros ojos no pudieran percibir, parece que para ellos existiera un mágico reino, a nosotros inaccesible.