Víctor Raúl

Haya de la Torre

Político, escritor y luchador social

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Textos escogidos

Carta desde la prisión, 3 de octubre de 1923, en Por la emancipación de América Latina (Artículos, mensajes, discursos, 1923-1927). Buenos Aires: M. Gleizer Editor. 1927:

A los estudiantes y a los obreros

Si estas líneas logran violar la insultante incomunicación en que se me tiene desde la media noche de ayer, llegue a vosotros mi saludo.

El tan largo tiempo madurado proyecto de mi prisión y destierro se consumó al fin, aprovechándose de una de las muchas intrigas de bajo imperio que nuestros prohombres de las diversas jaurías políticas, promueven periódicamente cada vez que el estómago les grita.

Fui capturado por medio de un engaño del comisario de Miraflores, que después de prometerme que se trataba de algo personal con él, resultó cómplice, inconsciente o no, del plan de prisión que consumó el intendente Elías en persona. Con rapidez y cuidado fui traído. Comprendí que de lo que paga el Estado, lo que mejor marcha son los automóviles cuando arrebatan la libertad de un hombre.

No sé cuál será mi suerte, ni me interesa pensar en ella. Cuido sí de ratificar en estos interesantes momentos de mi vida, la afirmación de mi credo revolucionario, ajeno y muy lejos de la podredumbre política nacional.

Represento un principio, un credo, una bandera de juventud. Agito y agitaré las conciencias hacia la justicia. Lucho por producir la precursora revolución de los espíritus y maldigo con todo el calor de mi convencimiento a los explotadores del pueblo que hacen del gobierno y la política vil negociado culpable.

Si he de marchar al destierro, algún día he de volver. Retornaré a mi tiempo, cuando sea llegada la hora de la gran transformación. Ya lo he dicho y lo repito: sólo la muerte será más fuerte que mi decisión de ser incansable en la cruzada libertadora, que América espera de sus juventudes en nombre de la Justicia Social. 

Prisión de San Lorenzo, 3 de octubre de 1923.

Esta carta fué enviada de la prisión de la isla donde se encontraba Haya de la Torre y llegó a Lima en momentos de profunda exitación pública, huelga general, masacres de obreros en Vitarte y protesta en casi todo el país, motivada por la prisión de nuestro compañero. La mano proletaria que venciendo todos los peligros hizo llegar esta carta a Lima, es la mano leal de un hombre que desafiando las iras implacables de la tiranía cumplió disciplinariamente la misión de Haya de la Torre. — Los compiladores.

De “La unidad de América Latina es un imperativo revolucionario del más puro carácter económico”, Córdoba, 20 de febrero de 1924. En Por la emancipación…:

La realidad dolorosa del avance imperialista la percibí más tarde, cuando fueron entregadas a “comisiones técnicas” estadounidenses la vigilancia y el usufructo de las rentas aduaneras, la higienización de las ciudades, la instrucción pública y la industria petrolera peruanas. Y la he comprendido en toda su amenazadora magnitud al llegar, por imperativos del destierro, a Panamá, Cuba y México, imponiéndome a la vez que de la presión que estos países soportan, de la situación de Nicaragua, Haití, Santo Domingo y Puerto Rico, por razones de contigüidad.

Basta acercarse a Centro América, México o las Antillas para que se susciten de inmediato muy hondas reflexiones sobre el erizado problema que progresiva y certeramente va cercando los destinos de nuestra América. El espectáculo de opresión que se ofrece al visitante es suficiente como revelación abrumadora. La historia de cada empuje conquistador se escucha hasta en los labios más humildes y la convicción del peligro surje pronta.

Es entonces que al meditar en la ignorancia o despreocupación de nuestros pueblos, alejados o distantes de la realidad central e inmediata del problema, no es difícil comprender cuán enorme trascendencia tienen, para la segura y combinadamente varia acción del imperialismo, esas agencias cablegráficas de noticias diarias que cautelosamente brindan a la opinión ingenua de nuestros públicos meridionales, informaciones suavizantes, notas de política internacional preñadas de amor panamericano e impresiones dosificadas de la vida de los países de nuestra raza.

[…]

La verdadera característica de originalidad en la política expansiva de Norte América radica en una alteración o inversión del procedimiento “clásico” de conquista. No puede haberla sin la coexistencia de dos factores primordiales: el interés y el poderío militar. En las conquistas históricas se antepone la acción de éste a los beneficios de aquél, la llegada del soldado precede al usufructo del botín. Estados Unidos busca en primer término el botín, por el adueñamiento de los recursos y el seguro dominio de las fuentes de riqueza. Posteriormente, provocando cualquier pretexto, arriba la fuerza «en defensa de los intereses de sus conciudadanos». Entonces la conquista es efectiva y perdurable.

[…]

Si el imperialismo yanqui es de recia médula capitalista, el problema queda involucrado dentro del otro grande e ineludible de la lucha de clases, que tanto preocupa al mundo actual. El carácter de todos los Estados burgueses de la tierra es semejante. Los contextura y mantiene el capitalismo, y esta similitud de organización establece automáticamente una poderosa vinculación de interés económico de clase, que va más allá de las fronteras y de las razas. Repetido está que la solidaridad de las organizaciones internacionalistas proletarias no tienen otro origen que el internacionalismo anterior del capital. Dueño éste del poder, no es dable suponer que el sentimiento nacional o patriótico prevalezca sobre las cautivantes imposiciones del interés de clase. El patriotismo no es sino un arma que sirve para mantener más o menos enfocados los núcleos irradiantes de aquélla. Invocarlo a los gobiernos en el caso del imperialismo yanqui, es inocuo, aunque se tratara de un sentimiento patriótico racial, que tampoco penetra en la comprensión de quienes están atados a más fuertes nexos de generales imperativos económicos de clase.

[…]

Estados Unidos, pese a la débil insinuación revolucionaria, apenas apreciable, que en su seno intentan algunas colectividades obreras, es una nación netamente burguesa por su origen y por su historia.

[…]

Porque es la juventud y sólo la juventud que puede escuchar el llamamiento y acometer la obra de destruir fronteras, desintoxicar de patriotismo hostil a los pueblos y destruir la explotación erigida peligrosamente en nuestra América como el mejor campo para los avances del imperialismo. Pero ésto no lo harán jamás la diplomacia ni los gobiernos actuales. Por eso, el latinoamericanismo debe ser una nueva revolución. Nuestra revolución.

México, 1923

 

De “El primer mensaje del destierro a la juventud del Perú”, 1923. En Por la emancipación…:

Puedo afirmar que las Universidades Populares del Perú constituyen quizá la más eficaz, la más hermosa y la más original de las organizaciones estudiantiles y obreras de Sud América, de Centro América, las Antillas y México. Cada día estoy más orgulloso de la obra. No tiene paralelo. Los cubanos se han lanzado a imitarla y aquí a pesar de tan admirable movimiento educacional, las universidades obreras no tienen el amplio sentido apostólico de las nuestras. Es lo mejor que tiene el Perú como algo moderno. Ya me lo decía un ilustre maestro mexicano, admirado de nuestro esfuerzo y de los efectos de la siembra.

Hay que seguir, hay que seguir de frente, con devoción, con actitud de hombre. Hay que predicar y que ser tenaces. Yo volveré algún día por la razón o la fuerza (que siempre será la fuerza de la razón), y entonces juntos todos avanzaremos más, mucho más, con la aurora en los brazos […]

 

De “Aspectos del problema social en el Perú” (discurso a los estudiantes de la Universidad Popular José Martí, 9 de noviembre de 1923, Universidad de La Habana):

[…] La faja de tierra que el viajero divisa desde el mar del Perú, calcinada de sol, abandonada y sedienta, es nuestra Costa, una de las tres grandes divisiones naturales del Perú geográficamente admitidas. Valles proporcionalmente minúsculos rompen su monotonía de desierto africano. El cielo jamás le da agua. Nuestros antepasados autóctonos la hicieron fecunda con sistemas maravillosos de regadío y de represa, que los dirigentes de hoy y del inmediato ayer no supieron ni conservar ni imitar. Sobre la nudosa y elevada cordillera andina, madre de los grandes ríos que descienden por la selva al Brasil, está nuestra sierra, ubérrima y maravillosa, ancha y accidentada. Tras de ella, la región de los bosques vírgenes y las selvas inextricables, en donde mora el salvaje montaraz, de plumas y flechas, que a las veces en el extranjero ha servido para representar al hombre genuino del Perú.

Esta división formidable, en tres secciones geográficas diferentes, marca el principio necesario a todo estudio del problema social peruano. En la Costa, siempre cercanas a los contados ríos que bajan por ella al Pacífico, se hallan las ciudades “españolas”: Piura, Chiclayo, Trujillo, Lima, Ica, para señalar las principales. Su proximidad al mar favoreció las industrias mayores derivadas de los productos de su situación y clima: al Norte el petróleo, y en toda su extensión el azúcar y el algodón, y, sumadas a ellas, otras actividades industriales subalternas (factorías, textiles, mecánica, etcétera). En la sierra, donde surgió y floreció aquella imponderable civilización incaica, duermen aisladas las ciudades “peruanas”: Cajamarca, Huaraz, Ayacucho, Arequipa y Cuzco, entre otras. Una industria relativamente apreciable de minería rompe la fisonomía económico-social de esa región, netamente agraria. En la selva o Montaña, sólo hay un puerto fluvial importante sobre el gran Amazonas: Iquitos. Toda aquella inmensa porción del territorio peruano confinante con el Brasil se halla inconquistada y poco conocida.

Nuestro problema social radica, pues, en la costa y en la sierra. El obrero costeño es o de raza yunga (indio regional), o negro, o chino, o blanco, o de la mezcla de estos tipos: mestizo, injerto o mulato. El obrero de la sierra es el indígena, algo cruzado con el blanco, en el Norte, y quechua o aymará puro, en el Sur.

Tenemos, pues, en la Costa un problema industrial, incomparablemente inferior a nuestro vasto y característico problema agrario de las sierras.

[…]

El obrero de la sierra, el campesino sobre todo, significa, por la categoría de su vida, por el horror de su miseria, por la inmensa proporción de su analfabetismo y abandono, la verdadera tragedia histórico-social del Perú. Alguna vez un estudiante de la Sorbona de París, que recorrió conmigo la Argentina, Bolivia y la sierra peruana, me dijo, al término del viaje, que los pavorosos relatos de la opresión turca sobre los cristianos de Armenia no tenían paralelo con la lenta y cruel agonía de nuestra raza quechua, víctima cuatro veces secular de un feudalismo bárbaro. Salvo la acción, todavía esporádica, de algunos de los misioneros protestantes, los indígenas peruanos, muy especialmente los de la sierra central y meridional, no tienen más apoyo o más recurso para su dolor que la rebelión. Constantemente, sobre todo en los últimos cinco años, en que la vida del indio ha llegado al máximun del sufrimiento, se registran grandes insurrecciones indígenas. La metralla militar los ahoga siempre en sangre. No es posible alcanzar para ellos apoyo jurídico alguno: las Cámaras legislativas del Perú cuentan en su seno con la gran mayoría de los terratenientes o “gamonales”. El único diputado que en ellas alzaba su voz por los desventurados descendientes del gran pueblo imperial y comunista de los Incas — el doctor Encinas—, ha sido desterrado […].

 

De “El problema histórico de nuestra América” Amauta 12, febrero de 1928 (Conferencia en la Escuela. Nacional Preparatoria de México):

EL NOMBRE DE AMERICA

América Latina no tiene por desgracia un nombre. Padece de la falta de una expresión unánime que comprenda a todas las naciones situadas al sur del Río Bravo y que se extienden por el vasto continente hasta la Patagonia y la Tierra del Fuego. Ya hemos examinado en la proposición “Europa y las dos Américas” el significado de los nombres que se nos atribuye como realidad geográfica e histórica. Podemos hacer un resúmen, o mejor un esquema amplísimo usando la terminología matemática. Hispanoamericanismo igual Colonia; Latinoamericanismo igual Independencia y República; Panamericanismo igual Imperialismo, e Indoamericanismo igual unificación y libertad.

LA TESIS AMERICANA PRECOLOMBINA

Veamos qué resulta de la aplicación de este método histórico [la dialéctica marxista basada en Hegel] a la historia americana. La negación de la negación viene a ser las sociedades indígenas organizadas, los quechuas y los aztecas. El comunismo primitivo de la organización incaica alcanza maravillosas proporciones. Económicamente los quechuas habían implantado un socialismo, que aunque teocrático e imperial, impedía la posesión privada de la tierra, única fuente de producción en esa sociedad campesina. La unidad del Imperio Incaico se había realizado en un vasto territorio, desde el Sur de Colombia hasta el Noroeste de la Argentina, con una población de más de veinte millones de habitantes. El Ayllu, la comunidad indígena —supérsiste aún, pese a la conquista y a la república— unida también por la sangre, era la célula del Imperio.

El sistema azteca era en verdad diferente. Se puede decir que mientras los Incas eran socialistas, los aztecas eran individualistas. Sin embargo, aunque existía propiedad privada en la sociedad azteca, el callpullí, comunidad de trabajo —gérmen del ejido—, daba un tinte socialista a esta organización, cuyo postulado era como el de los Incas: el que no trabaja no come.

Plejanoff, el gran teórico socialista precursor de la Revolución Rusa, aplica el determinismo histórico al descubrimiento y conquista de América. Los conquistadores españoles estaban acicateados por las soñadas riquezas de la India, cuyo camino habían acercado las Cruzadas y las expediciones de los navegantes portugueses. Con el descubrimiento, se presenta en América la gran

ANTITESIS HISPANICA

La conquista española en América no es empero la única causa de disolución de las sociedades indígenas. En los imperios azteca y quechua existía el gérmen de su propia destrucción. En México las tribus enemigas de la Confederación azteca eran un agente poderoso de ruina. En el Imperio de los Incas, la división de éste entre los dos hijos de Huayna Capac: Atahuallpa y Huáscar, determinó una crisis que permitió la invasión española. Los conquistadores hispánicos encontraron una resquebrajadura por donde se introdujeron, dando el golpe definitivo.

El antagonismo entre los invasores hispánicos y los indígenas de América es tremendo. Políticamente la monarquía española se enfrenta a las monarquías teocráticas indígenas. Económicamente: el feudalismo frente al socialismo o comunismo primitivo aborigen. Religiosamente: el monoteísmo católico contra el politeísmo o, mejor, panteísmo indígena. La raza blanca a la raza autóctona de Bronce. El hierro de los conquistadores, la técnica, las armas de fuego, al cobre y a las deficientes lanzas de los indios.

LA SINTESIS COLONIAL

La implantación del sistema colonial en América solucionó la oposición de los contrarios, el antagonismo del comunismo primitivo con el feudalismo europeo, pero no completamente. El feudalismo virreinal en el gobierno va destruyendo la comunidad india, más, ante su resistencia, tiende a coexistir con ella. La religión transa igualmente, y el cristianismo se injerta en el olimpo indio. Las razas se mezclan resultando el mestizo, que vive junto al indio puro. Al mismo tiempo el hijo del español educado y vitalizado en América, se transforma en el criollo, distinto al tronco de origen.

[…]

La invasión española va planteando con la colonia su propia negación. La colonia es el nuevo sistema que alimenta la nueva antítesis. El indígena es dominado y vencido, pero de la clase criolla, heredera de la raza conquistadora, surgirá la nueva negación determinada por las condiciones económicas.

El yugo económico del monopolio era intolerable para una clase que después de tres siglos deviene fuerte y poderosa. En trescientos años de dominación los españoles establecidos en América, los criollos latifundistas han conseguido aumentar la producción. Las materias primas se acumulan. Los cueros, los granos, el sebo, codiciados por el comercio extranjero no tienen salida, porque España prohibe comerciar con otros países. Ella ha implantado un monopolio rígido. Nace entonces el descontento. Don Bartolomé Mitre, historiador y político argentino, escribe en la “Historia de Belgrano”: a la sombra de los intereses económicos venía elaborándose la idea revolucionaria.

[…]

De la síntesis de la colonia surge su negación: la república, otra tesis que alimenta también su antítesis. El sistema republicano representa la autonomía de los terratenientes de la corona española, de los gamonales como se les llama en el Perú, subsistiendo en el fondo, como hemos visto, el régimen feudal heredado de España. Lo único que cambia son los nombres, las denominaciones. La esencia de las instituciones no varía. Se prolonga la gran paradoja de la ideología francesa antilatifundista, en organizaciones feudales. Se yuxtaponen sistemas políticos, así como la raza blanca se yuxtapuso a la india sin conseguir amalgamarse con ella profundamente. Y sin darnos cuenta de la ironía que encierra superponer el gorro frigio de la democracia francesa al indio con zarape o con poncho, símbolos de su atraso y explotación, nos ufanamos de haber alcanzado la igualdad, la fraternidad, la libertad…

[…]

La Independencia no destruyó el latifundio; lo afirmó. Las ideas de los liberales o radicales franceses, perdieron su valor subversivo, instaurada la república. Los esclavos no se libertan inmediatamente pese al afán democrático. La esclavitud de los negros subsiste en el Brasil hasta 1880, en los Estados Unidos y el Perú hasta 1860. Malgrado el grito inicial de emancipación, la esclavitud del indio continúa. El aislamiento, caro al terrateniente, única clase triunfante de la Revolución, determina la división y subdivisión de los antiguos virreinatos españoles, en muchas repúblicas. Todo esto sucede porque las bases económicas sobre las que descansa la sociedad son feudales. El feudalismo necesita del siervo de la gleba y América con instituciones medioevales, antidemocráticas, tenía que recurrir al esclavo indio o negro.

El problema de América Latina se presenta único, típico. En América Latina no existe democracia porque la realidad es feudal. Nuestros países agrícolas, con castas explotadoras, aliadas del imperialismo, están muy distantes de la democracia europea y mucho más lejos aún de la democracia formal.

Precisa, pues, buscar y descubrir la realidad de América; nó inventarla. El fracaso de dos importaciones europeas: la conquista y la República nos dan la gran lección histórica de buscarnos a nosotros mismos.

De “¿Qué es el A. P. R. A.?”, en Por la emancipación… (traducido de The Labour Monthly, Londres, diciembre de 1926):

La organización de la lucha antiimperialista en América latina, por medio de un Frente Unico internacional de trabajadores manuales e intelectuales (obreros, estudiantes, campesinos, intelectuales, etcétera), con un programa común de acción política, eso es el A. P. R. A. (Alianza Popular Revolucionaria Americana).

Su programa

El programa internacional del A. P. R. A. consta de cinco puntos generales, que servirán de base para los programas de las secciones nacionales de cada país latinoamericano. Los cinco puntos generales son los siguientes:

1.° Acción contra el imperialismo yanqui.

2.° Por la unidad política de América latina.

3.° Por la nacionalización de tierras e industrias.

4.° Por la internacionalización del Canal de Panamá.

5.° Por la solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidas del mundo.