“Emblema femenino de la poesía social en el Perú contemporáneo”; con estas palabras inicia César Toro la entrada de Magda Portal en su Diccionario general de las letras peruanas. Autora de poesía de vanguardia, fue también una incansable luchadora social que llevó al ensayo tanto como a la tribuna del debate político sus ideas y su compromiso con las demandas sociales.
María Magdalena Julia del Portal Moreno nació en Barranco, Lima, en 1900, casi a orillas del mar, elemento que habitará insistentemente su poesía. La temprana muerte de su padre dejó a la familia en una situación económica precaria que llevó incluso al desalojo de la casa en que habitaban, hecho que contribuyó a formar su visión del uso del poder en la sociedad en que vivía. La familia se trasladó al Callao, donde Magda fue a la escuela, pero como escritora, su formación fue autodidacta. Un empleo comercial en su juventud la acercó a la Universidad de San Marcos, donde solía pasar tiempo aun sin estar inscrita: “Apenas salía de mi trabajo me iba a la Casona de San Marcos. Los muchachos me aceptaban como si fuera una alumna”.
En ese tiempo, 1923, sus “Nocturnos” (una serie de poemas) ganaron los Juegos Florales sanmarquinos. Magda se negó a recibir el premio al enterarse de que lo entregaría el presidente Leguía que acababa de ser reelecto. Formó parte del grupo de la revista Hangar-Timonel-Rascacielos-Trampolín, en la que se fragua la renovación vanguardista de la poesía peruana. A mediados de los 20 entró en contacto con el círculo de Mariátegui, cuya editorial Minerva publicó el poemario Una esperanza y el mar, elogiado por el Amauta en los análisis contenidos en los 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana. Sería colaboradora frecuente en las páginas de Amauta.
En 1926 comienza la persecución de Leguía contra Magda y su esposo, Serafín Delmar, quien es acusado de conspirar contra el presidente. Se exilian primero en Cuba y después en México; donde se reúnen con otros exiliados peruanos como Víctor Raúl Haya de la Torre. Magda participa en las filas del APRA y enfrenta persecución, detención, encarcelación y destierro. Su actividad política la llevó al feminismo; fue pionera en la lucha por el sufragio femenino en esa época en que incluso algunos de los intelectuales progresistas parecían no estar seguros de su importancia.
Rompió con el APRA a fines de los 40, convencida de que el partido había traicionado las esperanzas del pueblo; los ensayos El Partido Aprista frente al momento actual y Quiénes traicionan al pueblo (1950), y la novela La trampa (1967) relatan esa experiencia. Falleció en 1989, a los 86 años de edad, dejando atrás una estela literaria y de lucha política que brilla hasta nuestros días como ejemplo del compromiso social del artista y del arte.