Raúl Porras Barrenechea, nacido en Pisco en 1897, fue historiador, crítico literario, diplomático y servidor público, prolífico escritor, pero por encima de todo, maestro. Sus alumnos, entre los que se cuentan personalidades que destacarían en la literatura y la política en la segunda mitad del siglo XX, opinan que si se hubiesen publicado las palabras dichas por Porras Barrenechea en clases y conferencias, se habría compilado una inagotable fuente de erudición, de cultura universal, de historia rigurosa del Perú, de conocimiento humano. Tan vasto es su legado que la Universidad Nacional Mayor de San Marcos fundó alrededor de él un Centro de Altos Estudios e Investigaciones Peruanas, el Instituto que lleva su nombre y que conserva su invaluable herencia.
Dejó una obra copiosa y politemática. Entre lo más importante está la atención que puso en las crónicas de la conquista y la colonización del Perú. Su Cronistas del Perú (1962, edición póstuma) es uno de los más importantes estudios sobre esos documentos históricos con los que reconstruimos la historia anterior a la conquista. Pero sus publicaciones comenzaron a aparecer antes de inicarse la década de los 20.
Como estudiante sanmarquino fue uno de los promotores más comprometidos de la Reforma Universitaria, movimiento en busca de mejores condiciones de ejercicio y acceso a la educación superior que, iniciado en la Argentina, se extendió por el continente. Era necesario sustituir la anquilosada estructura elitista que había dejado el positivismo, y abrir la institución a un humanismo plural y a una práctica inclusiva que pudiera dar lugar a las demandas por educación superior de una población creciente. Se tituló de abogado en 1922 y se doctoró en historia en 1928.
En su juventud dedicó muchas páginas al comentario de la literatura de su tiempo, con un estilo de crítica literaria elegante y precisa que sería su característica más reconocida. Pero más adelante, en su calidad de catedrático sanmarquino, volcó la mayor parte de sus esfuerzos a la investigación histórica, aplicando un método científico riguroso, pero sin perder nunca la prosa correcta, elegante y lúcida que caracterizó su escritura.
Con una capacidad de trabajo sorprendente, sus investigaciones no se interrumpieron al desempeñarse como servidor público y diplomático. Por ejemplo, estando a cargo del Archivo de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores, redactó una historia de los movimientos de las fronteras del país. Como diplomático, representó al Perú ante la Sociedad de Naciones y fue embajador en España, entre otros cargos que incluyen el de Ministro de Relaciones Exteriores. Casi al final de su vida, interrumpida en 1960 por dolencias cardiacas, a los 63 años de edad, se opuso desde la tribuna diplomática en la Organización de Estados Americanos, al bloqueo que los Estados Unidos establecieron contra la Revolución Cubana.
Su discípulo Jorge Puccinelli escribió: “Raúl Porras se nos revela en toda su obra como un auténtico humanista, como una mente abierta a todos los campos del saber, y particularmente a las letras, la historia, la lingüística y el arte”.