¿De dónde vengo?, ¿cuáles son las prácticas culturales con las que me identifico? Pueden ser preguntas incómodas para muchos de nosotros porque inevitablemente se encuentran con otra problemática no menos compleja: ¿Cómo me perciben, de qué manera es representada mi identidad y qué tan valorado soy en la sociedad en la que vivo?
Sin embargo, no dejan de ser necesarias en cuanto nos invitan a reflexionar sobre nuestra identidad cultural y a reconocer lo complejo que puede llegar a ser fijarla, definirla o incluso aceptarla.
Por esta razón, consideramos importante situar la pregunta por la autoidentificación étnica en un espacio de debate y reflexión pública más amplio, que no quede solo en el ámbito de la burocracia estatal y que promueva una mayor conciencia sobre la importancia del criterio subjetivo y relacional en la definición de una identidad o pertenencia a un grupo cultural, que no se limite a criterios y conceptos externamente impuestos.
En el censo del año 2017 se propuso como criterio para poder eligir una identidad étnica las «costumbres y antepasados». El riesgo de priorizar el pasado como un criterio preeminente es que la indigeneidad, por ejemplo, sea entendida como una condición que excluye expresiones modernas o heterogéneas de la misma y se identifique exclusivamente con un estilo de vida arcaico o sin historia. De este modo, las manifestaciones identitarias que fueron emergiendo de los contactos culturales, en distintos contextos sociales y políticos, fácilmente pueden ser entendidas como una deformación de una experiencia originaria. Esto contribuye a devaluar formas identitarias emergentes y a desautorizar el derecho de muchas personas y poblaciones a reclamar dicha identidad como propia.
Existe en el Perú una complejidad enorme de costumbres y expresiones culturales en permanente transformación que impiden formulaciones estáticas o estandarizadas de nuestras identidades. Esto exige que todos nos veamos involucrados en procesos de diálogo y participación que den lugar a nuevos mecanismos para la autorepresentación y visibilización de las diversas poblaciones. De este modo, se podrán reconocer, respetar y legitimar las singularidades e incluir las contribuciones de diferentes grupos étnicos y culturales, en su expresión pasada y presente, a un proyecto del Nosotros basado en nuestras diferencias.