¿Qué tanto sabemos de la vida de José Olaya en Chorrillos?

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Por Víctor Arrambide Cruz

 

Lima, 29 de junio de 1823. En la plaza mayor se colocó un patíbulo para ejecutar a un espía patriota que fue capturado días atrás en la calle Acequia Alta (actual 5.a cuadra del jirón Caylloma en el centro histórico de Lima), cuando transportaba correspondencia del Callao donde se encontraba Antonio José de Sucre. El acusado, un pescador indígena natural de Chorrillos, había soportado por días amenazas y torturas, sin que diera el nombre de ninguno de sus cómplices. Incluso llevaron a su madre frente a él, pero incólume, no dio ningún nombre, solo se limitó a estrechar contra su pecho a su madre, diciéndole: “sepulte, madre, mi cadáver, si se lo entregan, al lado de mi padre, en el cementerio a esta parroquia, y a nuestro hogar”.

José Ramón Rodil, militar español que ocupaba la antigua Ciudad de los Reyes, ordenó que el acusado fuera conducido al patíbulo que estaba frente al callejón de Petateros, donde ahora se encuentra el pasaje Olaya. Eran las once de la mañana de un día nublado, cuando sonó la descarga de fusilería, y el pescador chorrillano pasó a la larga lista de los próceres de nuestra independencia. Su nombre era José Silverio Olaya Balandra, héroe popular que, como muchos otros civiles, colaboraron con acciones de espionaje a favor de la independencia.

Mucho se ha hablado del heroísmo de Olaya al no develar los nombres de los colaboradores de la red de espionaje que, entre los patriotas que se encontraban en Lima con las fuerzas de Sucre, ocupaban los castillos del Callao. Cuando capturaron a Olaya, lo registraron y solo encontraron en su red una caja de dulces y cartas sin dirección, nombre, ni firma y escritas en clave. También, portaba una escarapela bicolor, prueba más que suficiente para ser capturado. De esta red, Juana de Dios Manrique de Luna, la única mujer cuyos restos reposan en el Panteón de los Próceres, testimonió cómo, cuándo Olaya estaba preso, le llevaron a Antonia Zumaeta para que confirmase si era ella a quien le entregaba la correspondencia. Olaya, sabiendo quien era ella (era esposa del patriota Andrés Riquero), contestó “que no la conocía, ni revelaría jamás cual había sido esa persona, aunque perdiera mil vidas”.

Pero en esta oportunidad, en vez de recordar lo que se nos ha contado desde la escuela, quería llamar la atención sobre el lugar de origen de nuestro héroe, sobre el lugar donde vivía con su familia y el destino de sus restos. Luis Antonio Eguiguren, destacado historiador y vecino chorrillano, nos da pistas interesantes de la vida de José Olaya, de sus padres y hermanos, que vivieron en el balneario limeño desde la época colonial hasta bien entrado la república.

Nada queda de San Pedro de Chorrillos de la época de independencia, el pequeño puerto al sur de Lima sufrió una transformación importante con la era del guano, convirtiéndose en un balneario de la élite capitalina, que se instalaba allí en verano. Esta “época de oro” tuvo su fin el 13 de enero de 1881, cuando el balneario fue arrasado por las tropas chilenas. Si bien se reconstruyó y se mantuvo como lugar de residencia veraniega de aristócratas e intelectuales, el terremoto del 24 de mayo de 1940 la destruyó en mayor parte. Queda poco de aquel pueblo, algunos ranchos sobreviven a los embates de la modernidad, con sus casas y edificios modernos y ensanchamiento de las calles.

Según Eguiguren, el rancho de los Olaya quedaba a la espalda de la Iglesia de San Pedro de Chorrillos, en la actual calle Filiberto Romero. En la actualidad, ninguna placa o señal de gratitud se encuentra en el lugar donde vivió nuestro mártir. En ese lugar, según un testimonio recogido por Eguiguren, fue velado los restos del mártir, “envuelto en una sábana, y colocado entre dos cirios funerarios, con la escarapela en mano. Endosaba el hábito franciscano de su padre”.

Nada se supo del lugar de su sepultura, que fue mantenido en secreto por la familia, seguro por el miedo a las represalias de los realistas. Tampoco se sabe nada de los restos de su padre y su madre, quien murió en febrero de 1844. Eguiguren menciona que tal vez estuvieron debajo de la iglesia (que fue destruida) o en el cementerio local, que estaba detrás de la Iglesia de Chorrillos, del cual no queda rastro; o tal vez en el cementerio que se estaba conformando a las afueras del pueblo (hoy es el estadio conocido como la cancha de los muertos). Allí, por ejemplo, fue enterrado Benancio Olaya, sobrino del mártir, quien murió en 1869. Sus restos luego fueron trasladados al actual cementerio de Chorrillos, donde pueden encontrarse hoy.

La muerte de José Silverio, la madre y sus hijos quedaron en la mayor indigencia. El Estado, en recuerdo del pescador chorrillano, les otorgó por 50 años una pensión mensual de subteniente vivo de Infantería del Ejército, además de otras disposiciones, entre ellas, que en la sala de la municipalidad del pueblo de Chorrillos se coloque un lienzo de él, donde se consigne “El Patriota D. José Olaya sirvió con gloria a la Paria, y honró el lugar de su nacimiento”. Años después, este cuadro le fue encargado a un famoso retratista de aquellos años, José Gil de Castro, el pintor de los libertadores, quien lo retrató de cuerpo todo de blanco, su gorrita de pescador, y sosteniendo en una mano la correspondencia con el Callao. Ese cuadro, conservado en el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú, es importante porque establece como se irá construyendo la figura de Olaya que se ha preservado en nuestra memoria colectiva. Olaya representa el compromiso de los sectores populares a la causa de nuestra independencia.

 

Referencias:

Eguiguren, Luis A. El mártir pescador. José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe. Lima. Imprenta Torres Aguirre, 1945.

Herrera, José Hipólito. El álbum de Ayacucho. Colección de los principales documentos de la guerra de la independencia del Perú, y de los cantos de victoria y poesías relativas a ella. Lima, Imprenta de Aurelio Alfaro, 1862.