Escribir sobre corrupción es el equivalente social a estudiar el cáncer en medicina o la inflación inercial en economía. Es una enfermedad que existe y, mientras no se comprenda la manera de contenerla, va a continuar. Puede contenerse más o menos, pero no puede eliminarse. Por ello, ante la persistencia del fenómeno, hay quienes aducen que se puede convivir con ella mientras se la tenga bajo control. Por el contrario, otros argumentan que no se puede convivir con eso porque consume el cuerpo político y social. Al igual que otros fenómenos, la corrupción sufre cambios en el tiempo. Sin embargo, pese a lo anterior, esta enfermedad social manifiesta rasgos comunes en el tiempo, como el beneficio individual del bien público, la percepción del Estado como un botín y la producción del fenómeno corrupto en el encuentro entre lo público y lo privado.