La pandemia nos ha mostrado cuán profundo ha sido el olvido o la evasión que el Estado y los grupos de poder respecto de las lecciones que los sufrimientos del pasado nos han legado. La magnitud de la tragedia del COVID-19 se pudo evitar, de haber comprendido cuán antiguas, profundas y graves eran las fracturas en nuestra institucionalidad, nuestra condición ciudadana, nuestra amparo de derechos, nuestro tejido social. Hoy asistimos a la formación de una nueva memoria y un nuevo duelo, que esperamos llene el Bicentenario de autoreflexión y esperanza de cambio, y destierre el silencio y la amnesia para siempre de nuestra cultura política.