La Rosa y Taramona, dos amigos que fueron declarados héroes de la independencia y luego cayeron en el olvido
Artículo Bicentenario héroes Independencia Rosa y Taramona
Por Víctor Arrambide Cruz
“¡Aquí están La Rosa y Taramona, cadetes que fueron en el Ejército Real, pero que en el día sirven en la Legión Peruana, y que nada desean con tanta ansia, como batirse por su patria: españoles, venid y probad el valor de la legión!”, fue el grito que se escuchó en los campos de Torata el 19 de enero de 1823. En aquella fatídica jornada donde el ejército patriota fue derrotado, dos jóvenes destacaron por su valentía y coraje al frente de la Legión Peruana de la Guardia. Como nos cuenta el general Guillermo Miller en sus memorias, el arrojo de estos dos jóvenes de veintidós años le permitió a la Legión Peruana rechazar los sucesivos ataques realistas, hasta que, diezmados a solo una cuarta parte de los hombres, tuvieron que retirarse. Unas semanas después, el 13 de febrero de 1823, en las costas de Iquique, los héroes de Torata murieron antes de rendirse a las fuerzas españolas.
Estos jóvenes eran Pedro de la Rosa y Manuel Taramona, nombres que en la actualidad han quedado en el olvido, sin embargo, en su tiempo tuvieron relevancia, al ser considerados como los primeros héroes de nuestra república, a tal punto de ordenarse el traslado de sus restos desde el sur para que sean colocados en un mausoleo que el mismo Estado construyó en el Cementerio General de Lima (hoy Presbítero Matías Maestro). Se trata de la primera iniciativa de su tipo -exceptuando los traslados de presidentes como La Mar, Gamarra o Castilla- donde las exequias de dos héroes de la independencia son parte de un proyecto de construcción de la memoria histórica y de tradiciones republicanas. Como bien señala McEvoy, las exequias desempeñan un papel central en la construcción simbólica de unidad e identidad nacional.
La Rosa y Taramona eran muy amigos, y se unieron al ejército de José de San Martín en Huaura, donde fueron incorporados a la Legión Peruana de la Guardia. La Rosa llegó a ser comandante; Manuel Taramona, sargento mayor. A fines de 1822 se embarcaron rumbo al sur, en la denominada campaña de puertos intermedios, con el objetivo de vencer de una vez por todas al ejército realista. La expedición comandada por el general Rudecindo Alvarado se hallaba compuesta por tropas de Río de la Plata, Chile y Perú, con un total de cinco mil ochocientos cincuenta hombres y seis embarcaciones.
Luego de las derrotas de Torata y Moquegua en enero de 1823, los restos del ejército patriota se embarcaron en Ilo con dirección a Iquique, para reunirse con el batallón patriota que se había destacado previamente allí para fomentar el levantamiento de los pueblos de Tarapacá. Los realistas, prevenidos de estos movimientos, se escondieron en diversos puntos de Iquique, esperando el desembarco de las tropas patriotas. En la mañana del 13 de febrero de 1823 se produjo el desembarco, lo que generó el ataque realista, la toma de más de 100 prisioneros y muchos muertos en la playa. La Rosa y Taramona, entre otros oficiales y soldados, se arrojaron al mar para intentar llegar al buque patriota, negándose a rendirse, prefiriendo morir ahogados antes de “aceptar la vida de las manos que esclavizaban a su patria”, como lo cuenta Felipe Pardo y Aliaga. Sus restos, luego de ser devueltos por el mar, fueron enterrados en una misma tumba del cementerio de la iglesia principal de Iquique.
La muerte de ambos jóvenes fue sentida en la capital cuando llegaron las noticias de la desastrosa campaña en el sur. Meses después, por decreto supremo del 29 de agosto de 1823, se concedió a las hermanas de ambos héroes una pensión vitalicia. Además, se pasaría mensualmente revista a sus nombres en la Legión Peruana. Se ordenó que, cuando se pase esta revista y se pronuncie sus nombres, se señale que “murieron heroicamente por la libertad del Perú, pero viven en la memoria de sus compañeros de armas”.
Años después, los familiares promovieron el traslado de sus restos a Lima. En 1853, la propuesta fue aprobado por la Cámara de Diputados y, en 1855, se exhumaron los restos frente a testigos, para ser trasladados a una bóveda en la misma iglesia de Iquique, a la espera de su traslado a Lima. Otra norma dispuso que se construya un mausoleo donde reposen sus restos. No fue hasta el 9 de julio de 1868 que el Estado peruano contrató al escultor italiano Ulderico Tendirini para construir el mausoleo, y ordenó además el traslado de sus restos de Iquique a Lima. La obra estuvo concluida a los pocos meses.
El mausoleo es de cal y ladrillo, con una capilla enlucida de cimiento romano y pintado al óleo de azul claro, cuya puerta de fierro tendría una chapa con dos llaves, una a cada familia, y dentro de la capilla, un altar de mármol y dos inscripciones en las paredes laterales. El deterioro y el olvido han sido perjudiciales para estas últimas, solo se puede apreciar la primera: “La Rosa y Taramona. Jefes de la Legión peruana. Murieron en Iquique el año 1823”, mientras que la segunda, toda derruida, solo se puede leer “Sumergirse. A rendirse a los enemigos”. En la parte superior se encuentra la escultura de un ángel, y en el frontis, se lee la frase “La nación peruana a La Rosa y Taramona”.
Si bien en la actualidad La Rosa y Taramona han caído en el olvido, para la sociedad peruana del cincuentenario de nuestra independencia fueron importantes en la construcción del relato nacional. Además del mausoleo den Lima, se colocaron dos esculturas en Iquique, y en la Universidad de San Marcos se presentó una propuesta teatral sobre su vida. Además, sus nombres estuvieron presentes en los textos escolares por muchos años. Por último, el poema que les dedica Clemente de Althaus nos muestra los sentimientos patrióticos que existían en aquel entonces:
¡Salve, oh La Rosa! ¡salve oh Taramona!
¡Pareja heroica que alentaba una alma,
a quien dio la Amistad su noble palma,
y dio la Gloria su inmortal corona!
De sublime amistad nunca igualada
Os enlazaba tan estrecho nudo,
¡Que ni cortarlo de la Muerte pudo
La inexorable apartadora espada!
(…)
¡Oh mar que banas la sedienta Iquique,
que fuiste por tal sangre enrojecido,
tu tumultuoso estruendo y tu bramido
tan grande hazaña sin cesar publique!
(…)
Y el que del mar recorra los desiertos,
mostrando el mármol que a lo lejos brilla:
¡Juntos yacen, exclame, en esa orilla
dos tiernos héroes por su patria muertos!
Referencias:
Castro Castro, Luis. “El proceso independentista en el extremo sur del Perú: desde la invasión de Julián Peñaranda a la sublevación de Pascual Flores (Tarapacá, 1815-1822)”. Historia (Santiago), 51(2), 365-392, 2018.
Colección Documental de la Independencia del Perú, Lima, Comisión Nacional del Sesquicentenario de la Independencia del Perú, 1969-1976.
García Camba, Memorias del general García Camba para la historia de las armas españolas en el Perú 1822-1825, Madrid, Editorial América, 1916.
Herrera, José Hipólito. El álbum de Ayacucho. Colección de los principales documentos de la guerra de la independencia del Perú, y de los cantos de victoria y poesías relativas a ella. Lima, Imprenta de Aurelio Alfaro, 1862.
Miller, Jhon. Memorias del general Miller al servicio de la República del Perú (selección). Lima, Proyecto Especial Bicentenario, 2021.
Portal, Ismael. La independencia del Perú. 28 de julio de 1917. Lima, Librería e Imprenta Gil, 1917.
Rosa de la Quintana, Simeón de la. Exposición que hace al soberano Congreso a fin de que sean trasladados los restos de la Rosa y Taramona. Lima, 1864.