Las patriotas anónimas, un texto sobre nuestras heroínas de Judith Prieto (1965)

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Hoy existe un auge por reescribir los aportes de las mujeres en diversos procesos históricos del país, como líderes, gestoras e ideólogas, cuestionando con ello los relatos más conocidos en los que la historia es solo protagonizada por hombres, mientras que aquellas tienen un papel periférico o de compañía. Sin embargo, desde mediados del XX y con más fuerza desde el XX, varias mujeres han hecho esfuerzos por recordar la relevancia de las mujeres en la construcción de nuestro país.

Por ello, en Bicentenario Perú transcribimos un texto de Judith Prieto de 1965, en el que resalta varios testimonios que ponen de manifiesto la entrega de muchas ciudadanas en el proceso de independencia y primeros años de vida republicana.

Muchos gestos heroicos en nuestra Gesta Emancipadora han sido escritos por mujeres, que de una forma u otra han ofrendado algo de su vida o de sus esfuerzos en bien de la libertad.

En cada una de las batallas y avances del ejército patriota, existen grupos de mujeres que han ayudado y han alentado en todo instante la acción emancipadora. Ellas han pasado por la historia con brillo de astros menores, pero de luz perenne, y en muchas otras oportunidades han pasado callada y sin gloria, con el sólo título de heroínas anónimas.

Entre los muchos episodios de la lucha emancipadora he anotado tres, que constituyen prueba del espíritu de insurgencia y valor femenino en la consecución de nuestra libertad.

«En nota que dirige el segundo Ayudante General Andrés García Camba al General en Jefe José Canterac.

Da cuenta cómo el guerrillero peruano Quiroz, fue hecho prisionero con setenta hombres y algunas mujeres, junto a Pisco en la Puntilla, captura hecha por el Coronel Don Jerónimo Villagra, el 1 de Mayo de 1822.”

En esta nota se evidencia que los ejércitos que luchaban por la Independencia contaban con el concurso de las mujeres, no solo en la ayuda de las provisiones o en la labor de espionaje en las conspiraciones o de enlaces entre los patriotas arriesgando su vida para que las noticias llegaran en forma segura; sino que también muchas estuvieron en los combates de guerrilleros, dejando sus vidas en los campos de cada uno de los rincones de la Patria para conseguir su libertad.

La escritora Concepción Soneyra incluye en su libro el emotivo gesto de patriotismo de una madre anónima del Perú:

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«En un pueblo de la Jurisdicción de Pataz, en las márgenes del Marañón en Trujillo, llegó una proclama del General de los Andes y una anciana madre, cuyo nombre no mencionan los boletines del ejército, sin duda por no comprometer su situación, escribe al Libertador una sentida carta:

‘Sé que te faltan hombres y cabalgaduras; tengo un hijo único y cinco caballos; con éstos y su trabajo me procuraba la subsistencia; en adelante, mientras tu libertas a mi país de los opresores, la buscaré yo.

Ya va a emprender el viaje para ponerlos con su persona a tu disposición. Esta es la orden que lleva y va resuelto a no descansar hasta encontrarte.

Admítelo, pues, emplealo en el servicio de la Patria es a cuanto aspiro’”.

Esta es la conmovedora actitud de las madres peruanas que representan la de miles de mujeres de nuestra Patria, ya sea en las ciudades o en los pueblos más apartados, en donde el corazón femenino vibró de fe y de entusiasmo en el porvenir del país. Por eso es imposible separar la Gesta Emancipadora de la actitud y del sentimiento de la mujer. Ella fue la inspiradora como antes, como hoy y como siempre de las nobles causas de justicia y libertad.

En el periódico «La Abeja Republicana» se escribe sobre la actitud de una joven limeña, que en los portales de la Plaza de Armas de Lima al tener conocimiento de que eI Ejército Libertador necesitaba de medios económicos, no vaciló en despojarse de los aretes de oro y rosario de valiosas perlas, donándolos a la causa libertadora. .

Las mujeres de Lima, como el caso de esta joven, han llenado con sus generosos gestos las páginas de nuestra lucha. La agilidad mental de la mujer exhibida a diario en la captación sutil de las ideas renovadoras y en el volcamiento ingenioso de pensamientos atrevidos con el revestimiento de su gracia particular y chispeante, la calificó como tipo social avanzado sembrador de ideales libertarios.

La gran intuición femenina, a despecho de la ineducación de la época, sirvió a la mujer limeña para esgrimir en simples escarceos de salón su alto sentido comprensivo de la realidad social de su hora.

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Cuando San Martín entró a Lima no fue directamente a Palacio sino a la casa del Marqués de Montemira. Estando en el salón, una mujer de mediana edad se acercó al General y aunque él hizo ademán de abrazarla, ella se arrojó a sus pies diciéndole que ofrecía a sus tres hijos para el servicio de la Patria. Espero, añadió San Martín, que sean dignos de la libertad y no esclavos como antes. San Martín la tomó de las manos con dulzura pidiéndole que se levantara. Esta pobre mujer se echó en sus brazos ahogada por las lágrimas y palpitante de agradecimiento. (6).

Este fue el pensamiento de la mujer peruana que hizo entrega de lo más amado para una madre como son los hijos, para lograr una vida de libertad y dignidad, y no se puede cerrar el capítulo sobre las patriotas anónimas sin mencionar, a las mal llamadas rabonas; aquellas mujeres sacrificadas que seguían a las tropas a través de los riscos, de los valles y montes, desprovistas de protección y que en cambio se dedicaban a curar heridas, a consolar agonizantes, a enterrar los cadáveres, vigilar el sueño de los soldados y a prepararles la comida.

Compartieron con los hombres la fatiga, la sed y los dolores. El señor Ricardo Tello Devotto, conocido escritor y estudioso de la historia de Huancayo, dice emotivas frases de estas mujeres anónimas: «Ellas sin rancho, sin propina, seguían a los ejércitos, servían y desempeñaban la noble misión del «convoy administrativo», llevando las provisiones, preparando la comida, soportando privaciones. Algo más, ellas sirvieron de lo que hoy se denomina «Cruz Roja» curando a los heridos y en fin dejando sus huesos por los caminos para servir a la Patria».

Juzgo, sigue diciendo el profesor Tello, que se debe hacer justicia a este Cuerpo de Auxiliares del Ejército, y al adentrarse en la Historia Heroica de nuestra Patria, no puede menos que emocionarse el espíritu, ante los gestos y actitudes sublimes de las mujeres recordadas o no por la Historia, por las muchas cuyas vidas y nombres se hallan enterrados en la leyenda, pero que el País debe perennizar en el bronce, en el mármol o en el granito, pero más aún en el corazón de los peruanos, para nuestro ejemplo constante, nuestro devoto recuerdo de gratitud y admiración a las heroínas de la Gesta Libertadora del Perú.