Victoria por la independencia: lee el parte de la batalla de Junín

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La victoria obtenida en la pampa de Junín el 6 de agosto de 1824 por el Ejército Unido Libertador del Perú fue un paso decisivo para poner fin a años de guerra por la independencia, preludio del triunfo final en Ayacucho. ¿Cómo se desarrolló este importante suceso histórico? Conozcamos más en el parte de batalla registrado por el general Andrés de Santa Cruz, jefe del Estado mayor de la división peruana. El mismo es tomado de la publicación “Homenaje a la victoria de Junín”, editado en 1974 con motivo del sesquicentenario de la mencionada batalla, y que se encuentra disponible en el Repositorio Bicentenario.

 

PARTE DE LA BATALLA DE JUNÍN

EJÉRCITO UNIDO LIBERTADOR DEL PERÚ
ESTADO MAYOR GENERAL LIBERTADOR

 

El Ejército Libertador, reunido en las cercanías del mineral de Pasco, emprendió sus operaciones el 2 del corriente, a tiempo que el enemigo, erguido por sus anteriores sucesos, dejó en los primeros días de este mes sus acantonamientos de Jauja y Tarma para buscarnos. Mientras que el ejército español marchaba por el camino de Reyes, el Ejército Unido se movía por la derecha del río de Jauja, con el objeto de tomarlo por la espalda. En la segunda jornada se recibieron los primeros partes de la marcha del enemigo y, no obstante, se continuó la nuestra por la misma ruta que llevábamos, con la mira de interponernos en caso de que contramarchase. Informado de nuestra dirección, S. E. el Libertador supo ayer en Conocancha que todas las fuerzas españolas, compuestas de ocho batallones, nueve escuadrones y nueve piezas de campaña, al mando del General Canterac, se hallaban en Carhuamayo. S. E. dispuso hacer una marcha forzada y directa a Reyes, donde los enemigos debían tocar en su retirada, pensando celebrar hoy el aniversario de Boyacá con la libertad del Perú; porque S. E. contaba con dar una batalla, puesto que el enemigo la procuraba. Por precipitado que fue nuestro movimiento, no pudimos lograr esta ventaja, ni satisfacer los deseos del ejército; los españoles habían vuelto sobre sus pasos con una velocidad indecible. Al llegar a la altura que domina estas llanuras, observó el Libertador que el ejército enemigo seguía rápidamente para Tarma, estando aún nuestra infantería distante dos leguas del campo de Junín. En consecuencia, trató retardarles la marcha, presentándoles algunos cuerpos de caballería. Siete escuadrones, mandados inmediatamente por el intrépido general Necochea, comandante general de la caballería, se adelantaron a las cinco de la tarde al trote hasta la llanura donde estaba el enemigo. El general Canterac, confiado en la superioridad de su caballería, o bien obligado a batirse por no ser desordenado en su retirada, formó tres cuerpos y, por una brillante maniobra, cargó al galope la nuestra por el frente y por el flanco izquierdo. Aunque inferiores en número, e impedidos por la naturaleza del terreno para desplegar, nuestra caballería resistió la carga con el mayor denuedo. El choque de estos dos cuerpos fue terrible, porque ambos estaban satisfechos de su bizarría. Ambos empezaron a acuchillarse, y por el momento ellos arrollaron algunos de nuestros escuadrones, a tiempo que los Granaderos de Colombia que formaban la cabeza de la columna, y estaban en batalla, estimulados por el heroico ejemplo de su comandante accidental, mayor Felipe Braun, rompieron la izquierda del enemigo. Los Húsares de Colombia, al mando de su coronel Laurencio Silva, y el primer regimiento del Perú a las del señor general Miller, sostuvieron el centro y la derecha. El enemigo empezó a desordenarse y los nuestros lo cargaron, y lo acuchillaban por todas partes. Sus escuadrones, que poco antes contaban ufanos con destruirnos, dispersos por una inmensa llanura, ofrecían la más completa idea del desorden. La caballería española fue destrozada y perseguida hasta las mismas filas de su infantería, que durante el combate estuvo en inacción, y después se puso en completa fuga. La pérdida del enemigo ha sido la de dos jefes, diecisiete oficiales, y trescientos cuarenta y cinco hombres de tropa, ochenta prisioneros, más de cuatrocientos caballos ensillados, la mayor parte de sus armas, muchos dispersos y gran número de heridos.

 

La nuestra ha consistido en cuarenta y cinco muertos y noventa y nueve heridos; entre los primeros, el capitán Urbina, de Granaderos de Colombia; el teniente Cortés, del primer escuadrón, del Perú, y el sargento mayor Lizárraga, edecán del señor general Miller; de los segundos, el señor general Necochea, el comandante Sawbry, el capitán Vargas y alférez Rodríguez, del regimiento del Perú; el alférez Ferrer, de Granaderos de Colombia; el teniente Allende de Granaderos de los Andes y el capitán Peraza, teniente Tapia y alférez Lanza, de Húsares de Colombia. Toda la caballería enemiga ha quedado reducida a un tercio de su fuerza, y su infantería fugitiva ha sufrido mucha dispersión, dejando en el tránsito algún armamento y varios útiles. Ayer debió ser completamente destruido el ejército español, si una tan larga como penosa jornada no hubiera privado a nuestra infantería de llegar a tiempo para completar la más brillante victoria, y si la noche, caminos difíciles, un terreno desconocido, no impidieran haberlo perseguido. Tal ha sido el primer suceso de la campaña; algunos de nuestros escuadrones, solamente, han destruido la orgullosa caballería española y toda la moral de su ejército. S. E. el Libertador, testigo del valor heroico de los bravos que se distinguieron en el día de ayer, recomienda a la admiración de la América al señor general Necochea, que se arrojó a las filas enemigas con una impetuosidad heroica, hasta recibir siete heridas; al Sr. general Miller, que con el primer regimiento del Perú, flanqueó al enemigo con mucha habilidad y denuedo; al Sr. coronel Carbajal, que con su lanza dio muerte a muchos enemigos; al Sr. coronel Silva, que en medio de la confusión del combate rehizo parte de su cuerpo que estaba en desorden y rechazó los escuadrones que lo envolvían; al señor coronel Bruix, que con el capitán Pringles, algunos oficiales y Granaderos de los Andes, se mantuvo firme en medio de los peligros; al comandante del primer escuadrón del regimiento de caballería de línea del Perú, Suárez, que condujo su cuerpo con la destreza y resolución que honrarán siempre a los bravos del Perú; al comandante Sawbry, del 2.° escuadrón, que gravemente enfermo se arrojó a las lanzas enemigas hasta recibir una herida; al comandante Blanco, del 3.° escuadrón; al mayor Olavarría; al bravo comandante Medina, edecán de S. E. el Libertador; y al capitán Allende, del primer escuadrón del primer regimiento del Perú; al capitán Camacaro, de Húsares de Colombia, que con su compañía tomó la espalda de los escuadrones enemigos y les cortó el vuelo de su instantáneo triunfo; a los capitanes Escobar y Sandoval, de Granaderos, y a los capitanes Jiménez y Peraza, de Húsares de Colombia; a los tenientes Segovia y Tapia, y alférez Lanza, que con el mayor Braun persiguieron a los escuadrones enemigos hasta su infantería. Sería, en fin, necesario nombrar a todos nuestros bravos de caballería, si hubiésemos de mencionar a los que se distinguieron en este combate memorable, que ha decidido ya de la suerte del Perú.

 

Cuartel general en Reyes, a 7 de agosto de 1824.

– El general jefe- Andrés Santa Cruz.

 

Si quieres conocer más, puedes acceder al volumen completo de “Homenaje a la victoria de Junín” el Repositorio Bicentenario.

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