Pastorita Huaracina, la cantante mayor del huayno peruano

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María Dictenia Alvarado Trujillo viene de épocas muy duras y provechosas para el huayno en el Perú. Su generación abrió la trocha para que las músicas andinas se conviertan en un fenómeno nacional en la década de 1960, lo que implicaba enfrentarse a la discriminación y la precariedad de los lugares donde se presentaban, como los coliseos y canchones de las entonces barriadas peruanas.

No es que el huayno no fuera popular antes. Desde la década de 1920, fiestas como el Festival de Amancaes mostraban que las canciones andinas eran el alma del espectáculo, pero llegadas tecnologías como el disco de vinilo o la popularización de las radios, aún caras en los años 50 como para ser consumidas por sectores populares, las nuevas voces de las alturas debieron vencer dificultades para triunfar; y jóvenes como Pastorita Huaracina, Trovador Andino, Flor Pucarina, Jilguero del Huascarán o Picaflor de los Andes pusieron a los huaynos hechos en Áncash, La Libertad y Junín en la cima del estrellato.

La joven natural del distrito de Malvas, en las alturas de Huarmey, fue una de las primeras mujeres andinas en convertirse en ícono popular en Perú, no solo por el éxito de su música, sino porque al emplear constantemente el quechua ancashino en sus letras, y defender intereses de comerciantes ambulantes, obreros mineros, gremios de estudiantes que buscaban la creación de una universidad en Áncash y de las personas sin hogar, se convirtió en un referente de las profundas transformaciones que vive el Perú a partir de mitad del siglo XX.

Cuando Pastorita nos dejó, sus cenizas fueron arrojadas al río Santa, cuyo recorrido, de los Andes al mar, le dio sentido a su vida. Sus discos, sus conciertos, sus saludos y sus estrofas en quechua estaban hechos pensando en Conococha, el callejón de Huaylas y la Cordillera Blanca, pero también en los pueblos de abajo, Puerto Santa, Guadalupito y Chimbote. Sin embargo, y eso solo lo logran las personas legendarias, su música fue abrazada de Iquitos a Tacna, de Sullana a Corea del Norte, país en el que se volvió referente de las músicas latinoamericanas durante más de una década.