Conmemorar y transformar – Columna Bicentenaria

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Esta columna forma parte de las Columnas Bicentenario que se publican en el diario El Comercio.

Por Gabriela Perona Zeballos
Directora Ejecutiva del Proyecto Especial Bicentenario

Esta semana cumplimos 199 años de vida independiente. Empieza una cuenta regresiva a uno de los hitos principales de conmemoración por nuestro Bicentenario. Sin embargo, este aniversario está marcado por una crisis sanitaria, económica y humanitaria que, algunos consideran, no tiene paralelo sino desde la guerra con Chile. Se puso de manifiesto entonces las enormes brechas en las que, como nación, hemos venido trabajando hace largo tiempo, pero que también hemos dejado de lado con la misma consistencia. ¿No son nuestros muertos los mismos de todas nuestras guerras? Los indígenas, los trabajadores informales, los servidores públicos, los adultos mayores, las mujeres y niñas: los rostros más vulnerables. ¿Celebrar? En efecto, no parece haber mucho por qué  hacerlo.

Los meses que vienen por delante seguirán siendo muy duros, pero esto pasará. La vacuna y la subsecuente calma llegarán, pero el miedo y la incertidumbre de que estas profundas brechas puedan ser nuevamente ignoradas permanece. Y es ese el que debería ser el eje central de nuestra conmemoración: ¿cómo hacemos para no volver a esa normalidad que tanto daño nos ha hecho? ¿Cómo hacemos de estas circunstancias una oportunidad para construir el país que imaginamos?

A menudo nos preguntan si todo lo que veníamos planeando para el Bicentenario se ha paralizado o cambiado con la pandemia. Pero hoy, más que nunca, se ha vuelto urgente reflexionar sobre cómo hemos llegado a este punto de nuestra historia. En ese sentido, la conmemoración de nuestro Bicentenario es un vehículo para ello.

La agenda de conmemoración que se ha planteado busca ser una que abone al proceso colectivo de construcción de un nosotros. La complejidad de este proceso requiere contar con una multiplicidad de canales para que la ciudadanía pueda experimentar el Bicentenario a través de una introspección individual y colectiva que conduzca a la construcción de un proyecto común. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que el Bicentenario no llegará como un acto de magia a resolver nuestros problemas, sino que, más bien, será una gran oportunidad para el encuentro de nuestras memorias, reflexiones, aciertos y desaciertos, y para renacer como nación.

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Por su poder para cuestionar, transformar y reparar, serán  el arte y la expresión de nuestras culturas los que pondrán de manifiesto este gran diálogo nacional. Por ello, la agenda cultural de la conmemoración ha propuesto una serie de convocatorias públicas para artistas y ciudadanos que buscan crear este diálogo honesto entre nuestras narrativas diversas. De esta manera, esta agenda continuará de manera decidida hacia el 2021 como un espacio dinámico para la creación de una memoria y una reflexión nacional.

Pero esta tragedia nos ha mostrado también cómo nuestra conducta ciudadana tiene un impacto directo en el bienestar de nuestra comunidad. Lamentablemente, la crisis de nuestros valores ciudadanos se ha vuelto más evidente también. Por esa razón, parte de la agenda de la conmemoración está centrada en la creación de un nuevo pacto social sustentando en el diálogo y la convivencia democrática como eje central de una nueva peruanidad. Más allá de las euforias esporádicas de orgullo, es impostergable que esta peruanidad se convierta en un ejercicio ético colectivo que se haga visible en la construcción del bien común.

La agenda del Bicentenario para la promoción de valores ciudadanos tuvo que salir de las plazas públicas para ir a la televisión y a las plataformas digitales del Proyecto Bicentenario. La apuesta, sin embargo, es la misma:  trabajar en cada hogar aquellos cambios que nos llevarán a construir ese país que imaginamos. Asimismo, como parte del programa de valores, la plataforma de Voluntarios del Bicentenario, con su incansable labor de más de 500 mil horas de soporte a familias vulnerables durante la pandemia, se ha convertido en un cuerpo de acción que será fortalecido en los próximos años para seguir conteniendo la emergencia y contribuir a movilizar estos grandes cambios. Finalmente, cabe recalcar, esta agenda ciudadana y de valores volverá al espacio público con la apertura los 25 parques culturales del Bicentenario.

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Los grandes cambios toman tiempo. Es imprescindible asumir que nuestros problemas como país no serán resueltos en pocos años. Nuestras grietas republicanas empezarán a sanar con el concurso decidido de todos. Asumir y empezar el cambio es nuestra principal tarea. La próxima crisis no nos puede volver a sacar en cara las brechas que decidimos ignorar. El cambio es ahora: nos lo merecemos.


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