Recordando la historia

Cuando Lepiani pintó La proclamación de la Independencia, el tema apenas había sido tratado por los artistas peruanos hasta ese momento. Sin embargo, la importancia de lo que ocurrió el 28 de julio de 1821 estaba fuera de discusión. La ceremonia que presidió San Martín aquel día en la plaza mayor de Lima ya ocupaba un lugar central en las narraciones sobre el inicio del Estado peruano. En 1866, el historiador español Sebastián Lorente –cuyos libros escolares tuvieron gran difusión en la segunda mitad del siglo XIX- describía el 28 de julio de 1821 como el “día memorable del que data la existencia del Perú Independiente”. Aunque por haberse llevado a cabo en la capital, este acontecimiento tenía un protagonismo simbólico incuestionable, Lorente no ignoraba que ciudades como Trujillo o Huánuco proclamaron su independencia en 1820. Pero, sobre todo, sabía que la derrota del ejército español se decidió en 1824, y muy lejos de la capital, en las pampas de Junín y Ayacucho.

Durante mucho tiempo, existió una imagen explícitamente asociada con el recuerdo de la proclamación. Se trataba de las medallas realizadas precisamente en 1821 para conmemorar el acontecimiento. El cabildo de Lima encargo la acuñación de dos versiones ligeramente distintas de un mismo modelo, cuyas dimensiones igualaban, respectivamente, a la de las monedas de dos y de ocho reales. El investigador Eduardo Dargent Chamot recuerda que el encargado de grabar las medallas fue Atanasio Dávalos, quien trabajaba en la Casa de Moneda de Lima. Al describir lo ocurrido durante la proclamación del 28 de julio, la Gaceta de Lima Independiente señalaba:

Se manifestó la alegría general especialmente con arrojar desde el tablado y los balcones no solo medallas de plata con inscripciones que perpetúen la memoria de ese día, sino también toda especie de monedas pródigamente derramadas por muchos vecinos y señoras.

Gaceta de Lima Independiente,1 de agosto de 1821.

Lima libre juró su independencia,, 1821. Atanasio Dávalos (Lima, act. 1790-1840). Medalla acuñada en plata, 2.9 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Anverso.
Lima libre juró su independencia,, 1821. Atanasio Dávalos (Lima, act. 1790-1840). Medalla acuñada en plata, 2.9 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Reverso.

Si lees el texto de la medalla, “Lima libre juró su independencia”, allí solo expresa la decisión tomada por la capital, y no se menciona al Perú en su conjunto. Este detalle es importante, porque nos recuerda una forma muy especial de entender la idea de comunidad política, distinta a nuestro concepto moderno de nación. Durante la invasión de España por Napoleón, entre 1808 y 1813, muchas ciudades latinoamericanas convocaron juntas o cabildos porque consideraron que, mientras estuviera ausente el rey Fernando VII, el derecho de ejercer autoridad retornaba a cada pueblo. De igual forma, las diversas proclamaciones de la Independencia llevadas a cabo en el Perú se efectuaron tras cabildos abiertos realizados en sus respectivas ciudades. La identificación con una “patria chica” –es decir, el lugar concreto donde se había nacido-, primaba por sobre cualquier concepto más amplio de comunidad.

En la medalla también puedes observar la imagen de un sol radiante. Mientras que la inscripción nos remite a ciertos conceptos del pasado virreinal, el astro en su plenitud simbolizaba el inicio de un momento nuevo, de regeneración, al dejar atrás la oscuridad de la tiranía. Pero también podía considerarse una alusión al sol de los incas, quienes eran vistos como los gobernantes de un antiguo Perú conquistado por España, y cuya libertad había sido definitivamente recuperada. A lo largo del siglo XIX se repitió varias veces el mismo diseño para acuñar medallas nuevas con motivo de las fiestas patrias.

Lima libre juró su independencia,, 1850. Casa de la Moneda de Lima. Medalla acuñada en plata, 3.5 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú
Lima libre juró su independencia,, 1851. Casa de la Moneda de Lima. Medalla acuñada en plata, 2.6 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú
Lima libre juró su independencia,, 1863. Casa de la Moneda de Lima. Medalla acuñada en plata, 2.5 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú
Lima libre juró su independencia,, 1868. Casa de la Moneda de Lima. Medalla acuñada en plata, 2.5 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú

La medalla de la proclamación de la Independencia nos recuerda que los grandes acontecimientos que dieron inicio al Perú independiente solían conmemorarse a partir de este tipo de objetos. La investigadora Natalia Majluf señala que en ese momento no hubo un auténtico interés en representar aquellas acciones trascendentes de manera “realista”, como si se mostrase una instantánea de lo que ocurrió. En cambio, sabemos que se efectuaron algunas pinturas de carácter alegórico, aunque la mayoría de ellas no ha llegado hasta nuestros días. La más importante que conocemos fue realizada por el pintor afrodescendiente Pablo Rojas, como un homenaje a Simón Bolívar. Si bien la pintura de Rojas ha desaparecido, su composición fue llevada a la estampa por el grabador limeño Marcelo Cabello, quien también era afrodescendiente. Según una descripción incluida en la Gaceta del Gobierno del Perú, el cuadro mostraba:

el jenio del Perú, representado en el Inca Viracocha revestido de los atributos del imperio y seguido de las virjenes del Sol, que llevaban en sus puras manos una ancha cinta blanca y encarnada, ofreciendo el templo, en que adoraban este astro, a Bolívar que, cabalgando en un sobervio caballo, pisaba un suelo sembrado de cadáveres españoles; viéndose a distancia parada la Libertad en un pico de los Andes.

Gaceta del Gobierno del Perú,30 de octubre de 1825.

Huayna Cápac ofrece a Simón Bolívar la maqueta del Templo del Sol,, 1825. Marcelo Cabello (Lima, act. 1796-1840). Grabado al buril en metal sobre papel, 27.2 x 20 cm. Museo de Arte de Lima. Fondo Alicia Lastres de la Torre.

Rojas pintó, en un cuadro complementario, a Antonio José de Sucre en plena batalla de Ayacucho, pero es imposible saber cómo abordó el tema, ya que no se conserva ninguna imagen de esa obra. Lo más probable es que ella tuviera el mismo carácter alegórico del homenaje a Bolívar, cuya compleja simbología no podríamos entender si no contásemos con la descripción de la gaceta señalada. De otra forma, sería imposible identificar que el personaje vestido a la manera grecorromana es, en realidad, el Inca Huiracocha, y que lo que lleva en sus manos es la maqueta del templo del sol.

Reproducidas por medios mecánicos, la medalla de la proclamación y la composición de Rojas buscaron fijar la memoria de los acontecimientos de la Independencia en un público amplio. Pero su audiencia no parece haber sido la del país en su conjunto, sino principalmente los habitantes de la ciudad de Lima. En contraste, varias décadas después, Lepiani pensaba en un público nacional, al que debía hacer sentir parte de una sola colectividad a través de una obra que pudiese conmover fácilmente a todos. De hecho, un país entero pudo identificarse con la historia contada por el pintor gracias a su reproducción en libros de colegio y a una enseñanza escolar que, en el siglo XX, llegó a ser verdaderamente masiva.