Los personajes
¿Seguimos las pistas del pasado?

Con frecuencia pensamos que la Independencia del Perú puede resumirse en una sucesión ininterrumpida de acciones trascendentales. Episodios heroicos, en los que la vida cotidiana y las personas comunes casi no tuvieron lugar. Podríamos incluso considerar que la única forma de recordar aquel proceso histórico es a través de impactantes representaciones de ejércitos luchando. Pero quienes participaron de la Independencia nos dejaron el testimonio de aquel periodo a través de imágenes y objetos menos pretenciosos.

Olvidemos por un momento todas aquellas escenas de batallas y de acontecimientos grandiosos que vimos desde niños. Casi todas fueron imaginadas por artistas que nacieron mucho tiempo después de que sucedieran los hechos. No ocurre lo mismo con varios retratos de los protagonistas de la Independencia. A través de esas pinturas, podemos acercarnos al aspecto que tuvieron San Martín y Bolívar, además de numerosos altos mandos de los Ejércitos Libertadores, así como civiles y religiosos comprometidos con la causa patriota. Al momento de ser retratados, casi todos ellos se encontraban en plena actividad, afianzando todo un nuevo orden político.

Si bien miles de personas de distinta condición social murieron en el conflicto, apenas si alguna de ellas fue representada como un auténtico mártir. Más aún, quizá la única fue José Olaya (Chorrillos, s.f – Lima, 1823) un humilde pescador chorrillano fusilado en 1823 por llevar mensajes de manera secreta a los patriotas. El encargado de realizar la obra fue José Gil de Castro, un pintor afrodescendiente nacido en Lima en 1785 que llegó a ser el principal retratista de su tiempo. Gil había sido testigo del proceso de Independencia en Chile, y se trasladó a Lima junto con el Ejército Libertador de San Martín. Todo indica que su retrato de Olaya fue producto de un encargo oficial.

José Olaya, 1828 José Gil de Castro (Lima, 1785-1837)
Óleo sobre tela, 204 x 137 cm.
Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Ministerio de Cultura del Perú

Observemos con detenimiento esta obra: Gil representó a Olaya en la playa de Chorrillos, con el fondo del acantilado y la bajada hacia el mar. El héroe aparece con las mejores galas que podía vestir un pescador, luciendo alpargatas y un elegante traje blanco usado por los hombres de su pueblo en los días de fiesta. En su cabeza, lleva una especie de cofia que servía para proteger el cabello y mantener limpio el sombrero, que Olaya se ha quitado como un gesto de respeto y dignidad. El héroe sostiene con orgullo las cartas que entregaba secretamente a los patriotas, como si fuese un santo que muestra a sus devotos los símbolos de su martirio. Para resaltar el carácter excepcional de Olaya, Gil no solo ha incluido una cartela donde se narra la historia del héroe. También despliega, sobre la cabeza del pescador, una cinta roja ondulante suspendida en el aire, como si se tratase de una señal divina que nos certifica su condición de mártir.

Para que reconozcamos a Olaya como un auténtico héroe, Gil de Castro no necesitó representar su fusilamiento. Condensó toda la historia de su martirio a través de textos y de algunas imágenes alusivas, como las cartas o el paisaje de Chorrillos. De esta forma, otorgó un protagonismo absoluto a la figura del pescador, que parece mirarnos como si se tratase de una aparición religiosa. El sentido de presencia que emana de la imagen nos hace olvidar que Gil no pintó el cuadro teniendo como modelo a Olaya, que había muerto años antes. Probablemente inventó el rostro o lo representó a partir de la descripción de quienes conocieron al personaje.

A simple vista, la imagen de Olaya carece de lo que usualmente valoramos más en un retrato: la fidelidad a un rostro real. No obstante, es mas que un simple registro de la realidad ya que se trata de una sofisticada construcción visual que aún nos conmueve. Y aunque no todos los testimonios de la independencia poseen esta complejidad, también nos pueden contar muchas cosas sobre el periodo. En especial si consideramos que, junto con algunos cuadros de gran tamaño, estandartes y trofeos de guerra, los museos atesoran sobre todo piezas de uso personal o doméstico: retratos portátiles, medallas y condecoraciones, pequeñas esculturas o pinturas decorativas o incluso utensilios y recipientes para comer y beber.

Concentrémonos ahora en algunos de los verdaderos rastros de la Independencia ¿Qué podemos aprender de ellos?