Símbolos en lucha

El proceso de independencia estuvo caracterizado no solo por la confrontación entre ejércitos, sino también por una permanente guerra de símbolos. Algunos de estos últimos, los podemos reconocer hoy inmediatamente, pero otros nos resultan algo distantes. Más aún, si afinamos la mirada, descubriremos imágenes que hoy nos parecen inocentes pero que en su momento constituyeron demostraciones explícitas de compromiso político. Otras de ellas fueron escogidas intencionalmente por su ambiguo significado, de manera que se podía sugerir una posición determinada sin entrar en abierta confrontación con el poder oficial.

Pero los símbolos no eran simples imágenes cuyo aspecto reflejaba superficialmente una convicción política. Ellos formaban parte esencial del andamiaje en el que se sustentaba la nueva sociedad republicana. De ahí la radicalidad con que el estado peruano decidió reemplazar todo lo que recordase los tiempos coloniales, especialmente aquella cultura de la ostentación propia de un corte virreinal, y por tanto contraria a la idea de austeridad defendida por el sistema republicano. De ese esfuerzo provienen la bandera y el escudo nacionales, que hasta hoy identifican a todos los peruanos.

Los símbolos del Antiguo Régimen

Fernando VII, 1815. José Gil de Castro (Lima, 1785-1837). Óleo sobre tela, 122.5 x 97 cm. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Ministerio de Cultura del Perú

Durante los tres siglos del virreinato, ningún monarca español se trasladó hacia América, lo que explica la importancia simbólica otorgada a las imágenes del “rey ausente”. Su retrato ocupaba lugar de honor en los espacios públicos y presidía las grandes ceremonias oficiales. Esta costumbre permaneció vigente hasta el controvertido rey Fernando VII, quien gobernaba España en los años de la Independencia. Llamado por sus partidarios “el Deseado”, volvió al trono en 1813, tras caer prisionero de las tropas de Napoleón. Para entonces, en América surgían las revoluciones de Independencia, por lo que la efigie de Fernando era exaltada por los realistas y atacada por los patriotas. El limeño Gil de Castro se basó en un grabado para pintar este y otros retratos similares en Santiago de Chile por el año 1815, cuando los partidarios de la monarquía retomaron el poder. Dos años después, tras la victoria patriota de Maipú, los retratos reales fueron destruidos y solo algunos lograron salvarse al ser escondidos por quienes se mantenían leales a la corona.

Quitasol de los virreyes del Perú, ¿siglo XVIII? Madera, tela e hilos de plata, 210 cm. diámetro. Museo Histórico Nacional, Santiago de Chile. Foto: © Museo Histórico Nacional, Santiago de Chile.

En la época virreinal, existían normas del protocolo muy rígidas y en ellas prevalecía un sistema de “precedencias” que definía el lugar de cada autoridad y de cada institución dentro del mundo ceremonial. Uno de los privilegios de los que gozaban las más altas autoridades, como el virrey o el alcalde de Lima, era el uso de un lujoso parasol. Este artefacto era llevado por un lacayo que marchaba detrás. No solo protegía al personaje de la intemperie, sino que era sobre todo un distintivo de su poder. En el Museo Histórico de Santiago de Chile se conserva este parasol que, según la tradición, fue usado por uno de los últimos virreyes del Perú, tal vez Joaquín de la Pezuela o José de La Serna. Tiene una armazón de metal y está cubierto por terciopelo rojo con bordaduras de plata.

Fernando VII rey de España y Las Indias - En premio de la fidelidad, ca. 1814. ¿Casa de Moneda de Lima? Medalla acuñada en plata, 3.8 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú
El rey en premio de la fidelidad y de la virtud , 1816. Medalla acuñada en plata, 4 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú

Acuñadas durante el gobierno del virrey Fernando de Abascal, estas dos medallas formaron parte de una estrategia mayor de la corona para afirmar la lealtad sus súbditos americanos. La primera debe de haber sido elaborada en Lima hacia 1814 con el fin de repartirla en distintos puntos del virreinato. A su vez, la segunda se acuñó en Potosí en 1816, durante un periodo muy complejo para los realistas del Alto Perú (actual Bolivia), que sufrían continuos ataques por parte de los patriotas del Río de la Plata. A pesar de sus diferencias, ambas medallas comparten dos elementos claves: la frase “en premio de la fidelidad”, y el retrato del rey Fernando VII, quien adopta el aspecto de un emperador romano. De esta forma se simbolizaba la relación especial que unía a quien poseía la medalla con el monarca español, visto como el centro del poder por derecho divino.

Emblemas para una patria

Botón de uniforme del regimiento de la Concordia Española del Perú, ca. 1811. ¿Casa de Moneda de Lima?. Plata acuñada, 1.5 cm. Colección particular, Lima

Aunque parece una medalla o moneda, esta pequeña pieza es, en realidad, un botón cuya elaboración quedó inconclusa. Está hecho en plata, lo que indica que perteneció a un uniforme de gala de un militar de alto rango. Ostenta un símbolo y un lema que nos indican claramente su procedencia. Concordia Española del Perú fue un regimiento creado por el virrey Fernando de Abascal en 1811 para contrarrestar los movimientos de autonomía que surgieron en otros puntos de Sudamérica, algunos de los cuales se convertirían en independentistas. El símbolo del regimiento eran dos manos unidas, que llamaba a la concordia entre los nacidos en España y los americanos, como vasallos de un mismo rey e integrantes de una patria común. Pero se trataba de una fraternidad fundamentada en una sociedad de jerarquías y privilegios. Por eso resultó atractiva para los principales miembros de la elite limeña, quienes eran los llamados a integrar el regimiento.

Primer estandarte peruano, 1820. Manuela de Váscones y Taboada (San Miguel de Piura, s.d.). Seda bordada, 113 x 71 cm. Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú. Ministerio de Cultura del Perú.

El primer estandarte peruano que ha llegado hasta hoy es anterior a la proclamación de la independencia en Lima. Según la tradición, fue cosido y bordado por Manuela Váscones de Taboada –quien pertenecía a una familia de poderosos hacendados de la región norteña-, y se usó en las ceremonias de proclamación de la Independencia en Piura, el 4 de enero de 1821. Sigue el modelo promovido inicialmente por San Martín, de un rectángulo “dividido por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos extremos superior e inferior, y encarnados los laterales”. En este caso, lleva bordado al centro un sol radiante, emblema de la libertad durante los primeros años de la guerra de Independencia. Utilizado previamente por los patriotas del Río de la Plata, el astro en su plenitud era visto como la señal de un momento nuevo, a la vez que aludía al sol de los incas.

Kero de la Independencia, ca. 1821. Anónimo. Madera y laca coloreada, 8.5 x 6.3 cm. Museo Nacional de la Cultura Peruana, Lima.

Este pequeño kero debió ser realizado en el periodo más temprano de la república, ya que muestra el primer modelo de la bandera del Perú, vigente entre 1820 y 1822. Es un objeto excepcional, y sin duda formó parte de un juego con otro vaso similar, ya que este tipo de recipientes se solía usar en pares. Si miramos con atención, podremos notar que la bandera aparece sostenida por un miembro del ejército libertador. Podría tratarse del mismo San Martín, quien también pisa a un soldado realista caído, como señal de triunfo.

Representar la nación

Escudo nacional del Perú, 1832. José Leandro Cortés (Lima, s.d.). Óleo sobre tela, 100 x 67 cm. Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú. Foto: © Museo Central, Banco Central de Reserva del Perú

¿Cómo otorgar una identidad simbólica a un país tan complejo y diverso como el Perú? Desde 1825, aquella difícil interrogante tiene como respuesta el escudo nacional que aún sigue vigente, ideado por José Gregorio Paredes y Francisco Javier Cortés. Esta es una de las versiones más hermosas que existen, y fue pintada para la Casa de la Moneda de Lima por Leandro Cortés en 1832. Todos reconocemos los elementos que aparecen en él y su significado: la vicuña, el árbol de la quina y la cornucopia o cuerno de la abundancia. Cada uno de ellos alude a las riquezas naturales del país en los reinos animal, vegetal y mineral. Pero la elección de estos símbolos tenía una intención más profunda. Como señala la investigadora Natalia Majluf: “vista así, la nación era ante todo un lugar, un territorio y no una historia o una cultura compartidas”.

Alegoría de la Independencia, ca. 1825-1830. Anónimo. Piedra de Huamanga tallada y policromada. Colección particular, Lima.

Después de la batalla de Ayacucho, librada el 9 de diciembre de 1824, los escultores en piedra de Huamanga celebraron la victoria patriota con este tipo de imágenes alegóricas. Aquí se ve a una vicuña, incorporada como símbolo de la patria en el escudo nacional del Perú, venciendo al león de la monarquía española que se ve caído a sus pies. De esta forma tan original se quiso representar el triunfo de las fuerzas patriotas, procedentes de los distintos países de la región, contra la superioridad numérica del ejército español más poderoso del continente en la Pampa de la Quinua (Ayacucho), que acabó con el dominio español en Sudamérica. Si bien la talla en piedra de Huamanga era una tradición artística de origen colonial, la gran capacidad creativa de los artesanos regionales les permitió adaptarse a los cambios ideológicos producidos por la Independencia.

Virgen de la Merced, patrona de las armas peruanas, ca. 1825-1830. Anónimo. Grabado al buril en metal sobre papel, 22.1 x 14.7 cm. Museo de Arte de Lima. Comité de Formación de Colecciones 2013. Donación Oswaldo Sandoval y Zannie Sandoval

La advocación de la Virgen de las Mercedes, fue traída por los conquistadores españoles en el siglo XVI. Era llamada “redentora de cautivos”, pues los frailes mercedarios tenían como misión principal rescatar a los cristianos prisioneros por los infieles. Tuvo una devoción muy extendida en nuestro país y su imagen fue venerada en pueblos y ciudades de todo el virreinato. Por ello mismo, los ejércitos reales la nombraron en 1730 patrona de los Campos del Perú y celebraban su fiesta con procesiones y ceremonias marciales cada 24 de septiembre. Ese patrocinio mercedario tuvo tanto arraigo entre los hombres de armas peruanos, que la causa patriota también invocó su protección durante las guerras de Independencia. Así lo reconocía el primer Congreso Constituyente en 1823, al proclamarla como patrona de las armas de la república. Esta estampa de época la muestra amparando bajo su manto al escudo nacional. Su patrocinio fue renovado al cumplirse el primer Centenario de la Independencia, cuando el presidente Leguía invistió a la Virgen de las Mercedes como Gran Mariscala del Perú, el 24 de septiembre de 1921.