De Chiclayo a Huaraz: cómo los villancicos han pasado a ser parte de las fiestas peruanas

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Los hemos escuchado tantas veces que ya no nos preguntamos de dónde vienen, pero la historia de los coros navideños de niños es un reflejo de la diversidad del Perú. Entenderlos a ellos es entender un poco de la historia reciente de nuestro país.

 

 

El villancico como género musical ha estado muy arraigado en el Perú desde el virreinato. De hecho, el obispo de Trujillo, Baltasar Martínez de Compañón, recopiló una serie de cashuas y villancicos navideños andinos a fines del siglo XVIII en la sierra norte del Perú, por lo que no debemos ver a los villancicos que nosotros hemos coreado en nuestras chocolatadas y cenas navideñas como las pioneros o las únicos.

 

 

Lo cierto es que, cuando un grupo de 15 niños del Colegio Manuel Pardo de Chiclayo grabó un disco de canciones navideñas como un coro, el villancico aún no estaba de moda en el Perú. Si bien había canciones que se interpretaban en cada lugar, como valses o huaynos en honor a la fiesta, no había un cancionero que fuera exitoso en todas las regiones, y el disco “Ronda de navidad”, grabado por el Sello Decibel en 1965, fue un éxito no solo en Perú, sino en varias países andinos, y sirvió para estimular la aparición de coros navideños en muchas escuelas del país.

 

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Una de las mejores pruebas de este impacto se puede ver en los comentarios de YouTube de estas canciones: personas de Honduras, Panamá y Bolivia rememoran que escuchaban al Coro del Colegio Manuel Pardo de Chiclayo en sus infancias, como el usuario “Sol radiante de Panamá”, quien afirma “recuerdo que en mi infancia,  acá en Panamá, se escuchaba estos discos por radio. Creo es el mejor aporte musical que se hizo a la cultura latinoamericana, en el aspecto musical”.

 

En 1971, en pleno auge de los coros infantiles, aparece el que quizás es nuestro coro más conocido: Los Toribianitos, del Colegio Santo Toribio del antiguo barrio de Malambo, en el Rímac. Si el coro de Chiclayo aportó los sonidos, Los Toribianitos sumaron lo mediático: el espectáculo de niños bailando vestidos de rojo y blanco, ataviados con gorros navideños en transmisiones en vivo a nivel nacional. Con Los Toribianitos se consolida un formato de villancicos a la peruana que se vuelve referente latinoamericano. Pero a la propuesta le faltaba un paso más: adaptarse a los géneros musicales de moda, y eso sucedió con una agrupación que llegó desde la Cordillera Blanca.

 

 

En 1981, un coro del departamento de Áncash, llamado “Coro de Niños Paz y Bien”, a cargo de fray José Luis Estalayo, graba un disco que se encuentra en plena vigencia aún hoy en cada rincón del Perú: Villancicos en cumbia de Los Niños Cantores de Huaraz. Por propuesta de IEMPSA, casa con la que graban el disco, se decide que el coro se adaptaría a lo que en ese momento estaba de moda: la cumbia, el cumbión y en general los ritmos tropicales que en ese momento hacían mover al Perú. El disco tuvo tal éxito que durante la década de 1980 fue reeditado al menos tres veces más.

 

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Con el paso de los años, han aparecido propuestas mucho más diversas, como el Coro “Kana Wawakunas” de Espinar, en las alturas de Cusco, cuyo tema «Chaska Ñahuy NIñucha» ha sido altamente demandado en plataformas digitales los últimos cinco años. 

 

 

En suma, nuestras fiestas navideñas no tienen una sola música ni un solo ritmo. Lo que escuchamos cada navidad es una suma de propuestas que han ido madurando y recibiendo influencias unas y otras a lo largo del siglo XX y XXI. Los de Chiclayo aportaron a los del Rímac, los del Rímac a los de Huaraz, los de Huaraz a los de Espinar y la suma de esa creación ha acompañado nuestros abrazos y reencuentros.